jueves, 7 de octubre de 2010

Aristóteles y las mujeres

Muchos han buscado justificación para su misoginia, su ginefobia o su machismo en la venerable autoridad y probada prudencia de Aristóteles.

¿Despreció Aristóteles a las mujeres, como se suele decir?
No lo creo.
¿Qué pensaba de la mujer? ¿Cuál fue su relación con ellas?

Desde luego, Aristóteles fue un hombre de su época, una época de necesidad, de terrible violencia, de guerras y esclavitud, una época en que los fuertes dominaban por las armas a los débiles, y los niños morían como chinches por ataques de microorganismos, una época en que había que engendrar muchos hijos para poder conservar en la ancianidad alguno.

Así, Aristóteles apenas le reconoce al esclavo la capacidad de participar de la razón en medida suficiente para reconocerla, pero sin poseerla (Política, 1255a). Su posición de que hay esclavos por naturaleza apenas se justifica -desde el propio aristotelismo ético- en el argumento de que "el que es capaz de prever con la mente es naturalmente jefe y señor por naturaleza" o de que "quien es mejor en virtud debe regir y dominar", porque el mismo Aristóteles reconoce en otro sitio que nadie es virtuoso ni prudente por naturaleza, sino que la virtud depende de la libertad y de las costumbres que adoptamos voluntariamente, de la educación y del esfuerzo. S. Körner ha reconocido la incomodidad de Aristóteles cuando afronta  este tema...  El mismo Aristóteles acaba reconociendo: "es evidente, pues, que hay cierto motivo para la controversia y que hay esclavos y libres que no lo son por naturaleza..." (Política 1255b).

Pero es indudable que en Política 1254b el estagirita afirma que, respecto de la relación entre macho y hembra, "el primero es superior y la segunda inferior por naturaleza, el primero rige, la segunda es regida" (tò mèn árchon tò dè archomenon). Sin embargo, en la misma obra, Aristóteles indica que el esclavo carece en absoluto de facultad deliberativa (tò bouleutikón), mientras que la hembra la tiene, aunque no le sirva para mucho (all'ákyron) (1260a). En la edición bilingüe de Julián Marías y María Araujo (Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1983), este "all'ákyron" se traduce por "desprovista de autoridad": las mujeres tendrían capacidad deliberativa -según Aristóteles-, pero desprovista de autoridad, sin embargo, el término "ákyros" también se puede traducir por "sin poder", "sin mando". Pedro Simón Abril, el primer traductor de la Política de Aristóteles al castellano (Zaragoza, 1584), tradujo tò bouleutikón por "consulta". Al contrario que el esclavo, la mujer tiene consulta, "aunque no sirve de ninguna cosa", traduce el gran humanista de Alcaraz. La frase puede entenderse como una constatación de hecho, más que como una impostura machista: La mujer tiene la misma capacidad de decisión que el hombre, pero en la situación actual, hacia 344 a. C. o a finales del XVI después de Cristo, la mujer no tiene el poder de ejercer dicha consulta o capacidad de deliberación, porque no tiene poder político.

En Política 1259b, Aristóteles distingue entre el estatuto civil de los hijos y el de la mujer. Tanto la mujer como los hijos de un hombre libre son libres, pero mientras que a los hijos no le otorga otra condición que la de vasallos, a la mujer se le reconoce el estatuto de ciudadanía. "El padre y marido gobierna a su mujer y a sus hijos como a libres en ambos casos, pero no con la misma clase de autoridad: sino a la mujer como a un ciudadano y a los hijos como vasallos" -traduce Julián Marías. Y Pedro Simón Abril: "el varón ha de tener señorío sobre la mujer y los hijos como sobre personas libres, pero no con una misma manera de gobierno, pues con la mujer ha de tener señorío civil, y sobre los hijos real".

En el libro V de sus Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres, el famoso doxógrafo Diógenes Laercio (III d. C.) pinta a Aristóteles, "el discípulo más legítimo de Platón", con voz balbuciente y ojos pequeños. Según el de Laertes, Aristóteles gustaba de vestir bien y se cortaba la barba y el pelo. En su testamento, escrito durante su destierro en Calcis, dispone que los huesos de su primera mujer, Pitiade o Pitias, sobrina e hija adoptiva del tirano Hermias, reposen en su propio sepulcro; lega la mano de su hija Pitias (del mismo nombre que su madre fallecida), a Nicanor, hijo adoptivo de Aristóteles y oficial de Alejandro Magno, y dicta instrucciones para que se cuide a su joven concubina Herpilide (Herpilida o Herpilis), de quien tuvo a Nicómaco, disponiendo que "si quisiere casarse..., no sea con hombre desigual a mí; y se le dará de mis bienes, sobre lo ya dado, un talento de plata, tres criadas si las quiere, la esclava que tiene, y el niño Pirreo". Aristóteles exige que  dejen a Herpilis elegir entre hacerse dueña de la hospedería en Calcide o de la casa paterna en Estagira...

"Cualquiera de estas dos habitaciones que elija, cuidarán mis ejecutores de alhajársela [amueblársela] del modo que les parezca decente y bastante a Herpilida".

Werner Jaeger comenta que hay algo conmovedor en el espectáculo del desterrado filósofo poniendo en orden sus asuntos, recordando a sus padres, a su patria, Estagira, a su único hermano Arimnesto, a quien perdió temprano, y a su madre, a quien sólo podía pintar como la había visto siendo niño... "su deseo es que no se separen sus restos mortales de los huesos de su mujer Pitias, como había sido también la última voluntad de ella". Entre líneas del testamento -dice Jaeger- leemos un extraño lenguaje: "el cálido tono de una verdadera humanidad y al mismo tiempo el signo de un abismo casi aterrador entre él y las personas de quienes estaba rodeado. Estas palabras las escribió un hombre solitario". Signo de esta soledad es la confesión "extremadamente emotiva" que nos regala en una carta de este último periodo... "Cuando más solitario y aislado estoy, tanto más he llegado a amar los mitos"
(Werner Jaeger. Aristóteles, FCE, 1946, 3ª parte, cap. XII "Aristóteles en Atenas").

Respecto de sus esclavos, en su testamento Aristóteles dispone que ninguno sea vendido, "sino que de ellos deberán servirse mis herederos; y en siendo adultos se les dará libertad según convenga".

Diógenes Laercio recoge el rumor, seguramente malintencionado, maledicente, de una relación homosexual de Aristóteles con el enunuco Hermias. En la traducción de José Sanz Ortiz que manejo, se habla de "bardaje", del árabe "barday", mancebo, y de ahí el significado de sodomita, que ofrece el Larousse. Pero la mayoría de las fuentes sólo hablan de una amistad o "afinidad" entre Aristóteles y Hermias, del que habría sido condiscípulo en la Academia, antes de su relación en Mitilene.

Si el afecto y respeto real que sintió Aristóteles por la mujeres no resultase suficientemente claro, la tradición nos ha conservado una curiosa leyenda apócrifa, tardomedieval, y un icono que ha dado mucho que reír, hablar y pensar. Me refiero al de Filis cabalgando a Aristóteles. Al parecer, el invento fue del escritor italiano Henri D'Andeli a comienzos del siglo XIII con su cuento Lai d'Aristote. Los lays consistían en narraciones cortas, humorísticas y con carga burlesca o erótica, muy populares en las cortes anglonormandas.

En el cuento de D'Andeli, Filis, una bella y joven cortesana, se venga del filósofo por haberla apartado de su pupilo Alejandro. Enamora al filósofo cantando junto a su estudio y para que aquél obtenga sus favores debe servir de rocín de la amazona, que lo cabalgará con espuelas y todo. Al final, Aristóteles accede y cuando Alejandro contempla el espectáculo de su maestro sirviendo de potro a la hetaira, le pide explicaciones. El filósofo aprovecha para impartir doctrina: si un viejo como él ha perdido casi el seso por una joven belleza, qué no le pasaría a un joven inexperto como Alejandro...

El cuento llegó a ser tan popular que un eclesiástico, Jacques de Vitry, obispo de Acre, lo reelaboró en clave más cristiana y moralizante, dándole un tinte misógino: la mujer, símbolo de la animalidad y las bajas pasiones, tiranizando y corrompiendo al filósofo, símbolo de la racionalidad y la grandeza de miras.

Al final del libro V de su Istoria de las bienandanzas e fortunas, el vizcaíno Lope García de Salazar (1399-1476) reelabora la historia:

Título de cómo Aristótiles fue engañado de una donzella por consejo de Alixandre, porque le reprehendía mucho que no usase con las mugeres

Alixandre, veyéndose reprehendido de su maestro Aristótiles, seyendo mançebo, porque se allegaba a mugeres, cató manera para lo reprehender. E tobo manera con una su donzella que lo enartase en esta manera: aquesta donzella se allegó a él con tal ingenio, que le dio a entender que lo amaba más que a sí e púsolo en tal estado, qu'él la amó desigualmente, atanto que le descubrió su amor, la qual, con diligençia por industria de Alixandre, gelo fue dulçemente dilatando, atanto qu'él le dixo que le daría todas las cosas que ella le demandase e faría quanto ella le mandase, la qual le respondió que ella lo deseaba más qu'él, pero que la dexase fazer una poca cosa e después qu'él fiziese en ella su voluntad secretamente, porqu'él era casado e viejo. E respondióle con maravilloso gozo que pidiese lo que quisiese. Díxole:

-Señor, déxame que bos enfrene e ensille e cabalge en vos con espuelas como caballero en caballo e vos faga pasar carrera de noche, por que non sea sabido, en la grand sala del palaçio a lunbre de candelas quando todos fueren dormidos.

Aristótiles, maravillado e pesante d'ello, dixo:

-¡O fija señora!, esto ¿para qué lo as tú, ca es daño mío e poco probecho tuyo? E dime por qué lo quieres esto.

-Señor, esto quiero yo porque los omes han costunbre de escarneçer de las mugeres quando han conplido sus voluntades, por que, si vos quisierdes burlar de mí después que agora conplierdes vuestra voluntad, que pueda dezir yo cómo cabalgé en vos ante como en caballo.

E otorgado por él, enfrenólo e ensillólo e, caballera en él, lo fizo correr a quatro pies feriendo d'espuelas. Como Alixandre, que fazía todo esto, estobiese allí escondido tras un paramento e saliese a ellos e díxoles "¿qué es eso, maestro honrado?" e Aristótiles le viese, con grand pesar e mucha vergüeña le dixo:

-¡O fijo Alixandre!, tú as fecho todo esto. Jamás non te reprehenderé de cosa de mugeres, ca non ay seso de omne del mundo que non sea enartado por amor de muger.
(Edición de Ana María Marín Sánchez)

De la leyenda existen muchas representaciones, en tela, madera, pintura, grabados... Se trata de una historia cómica y obscena que acaba triunfando en el imaginario occidental como un símbolo, un tanto sadomasoquista, de la humillación de la filosofía y la ciencia ante la belleza y la frescura femenina, del sometimiento de la racionalidad a la seducción mujeril, de la rendición de la vejez a la juventud...

En Ficta eloquentia, blog de Jorge Ledo, se pueden encontrar una colección de representaciones de Filis cabalgando a Aristóteles, y un sabroso comentario sobre la fábula... Así como otros enlaces sobre el tema.