martes, 7 de junio de 2011

Nuestros nietos, basureros

El único mandamiento de cualquier ética ecológica para una economía sostenible es que nuestras costumbres no pongan en riesgo la vida de nuestros descendientes. Nos cuesta mucho comprometernos con los que tenemos delante, con el prójimo vivo, ¡así que con los que han de venir...!

Una amnesia generalizada ha enviado el baúl de los recuerdos al fondo del mar, ya no buscamos en él las raíces de nuestro presente. La conciencia histórica parece acaso una ocupación ociosa de ciertos friquis, lo que importa es el presente -repiten como gansos los Mass Media: "Consume tú, perezca el mundo". ¡Los que vengan por detrás que arreen!

Nuestros desmanes, nuestra avidez incontenible, fuerza ya a nuestros  nietos, y puede que incluso a nuestros hijos, a escudriñar en nuestras basuras, buscando aquello que usamos y tiramos sin el menor escrúpulo.

Los vertederos serán dentro de menos de medio siglo una mina de recursos. En esas montañas buscarán nuestros nietos ansiosos el cadáver de una lavadora, el cuerpo de un televisor, el teclado de un ordenador, ¡los restos inmortales de un teléfono móvil!

Se calcula que cada año nos deshacemos de cuarenta millones de toneladas de chatarra, sin apenas reparar en que una tonelada de  ordenadores inservibles contienen entre 200 y 300 gramos del más puro oro. Tiramos plata y cobre al contenedor, y otros metales más escasos aún, como el indio, el metal blando más usado para la producción de las pantallas táctiles y de cristal líquido (LCD). Parece ser que el indio se agotará en diez años, y entonces será rentable "repescarlo" en los vertederos. Lo mismo pasará con el manganeso que se usa en las baterías, con el tantalio, fundamental en los chips de los móviles; y hasta con el níquel, esencial para la fabricación de acero inoxidable.

Nuestros vertederos serán minas de recursos para nuestros tataranietos.

martes, 17 de mayo de 2011

DSK affaire


¿Qué es lo que puede llevar a alguien, con cabeza para dirigir el Fondo Monetario Internacional, reflejos para conducir deportivos de lujo por las calles de París, y posibles para pagar suites de 3000 dólares -y por tanto prostitutas aún mas caras-... qué es lo que puede llevarle a lanzarse desnudo a medio día sobre una camarera? ¿Locura transitoria? ¿Irrefrenable pasión? Lo más increíble, por supuesto, es que en su apresurada huida, Dominique Strauss-Kahn, uno de los hombres más poderosos del mundo, se dejara el móvil...
Por supuesto, no estoy diciendo que todo eso sucediera. Debemos presumir su inocencia, aunque la incontinencia del presidenciable resulte ya legendaria. Los jueces confirmarán o no la presunta historia del asalto y tentantiva de violación de la camarera del hotel. Pero la posibilidad es tan escandalosa y extravagante, como ilustrativa de la fragilidad, ferocidad o estupidez de la condición humana, por lo que bien merece una mogiganga de nuestra parte.

Tiendo a pensar que cuando los políticos de izquierdas "pecan" lo hacen metiendo la mano en el cajón; y que cuando lo hacen los de derechas, normalmente la meten donde no deben, y no me refiero sólo a "la pata", claro. En fin, buscan lo que reprimen, lo que les falta: el afán de lucro, el lujo, o los placeres inéditos de la libídine. Como este podía ser candidato a la presidencia de Francia por parte del centro izquierda, aun contando como "socialista", digamos que puede tener o tenía ambas debilidades. (A nuestra ministra Salgado se le fue la lengua ayer y habló ya del político en pasado; ágil, enseguida rectificó: "era... es"). Por supuesto, lo de atribuir corruptelas económicas a los de izquierdas y locuras sexuales a los de derechas es un prejuicio, o una generalización arbitraria (muchos de nuestros prejuicios son eso, falacias de inferir el universal de lo particular): ¡Mató un perro, "Mataperros"!

Saltamos fácilmente hacia lo general, porque queremos controlarlo todo. Querríamos también ser por completo dueños de nosotros mismos. Pero jamás lo conseguimos, y tal vez incluso sería un aburrimiento que lo consiguiésemos...
Como dice la Fedra de Séneca:

"Triunfante la pasión vence y reina, y todo espíritu es dominado por un dios tirano".

Fedra quiere disculparse la incestuosa pasión que siente por su hijastro, Hipólito, aduciendo el flechazo  del  dios alado, Eros: "quien despliega su poderío por la tierra toda, y con su indómito fuego quema al mismo Júpiter". A lo que la nodriza responde:

"-El deseo culpado, cómplice del vicio, es quien fingió que el amor era un dios, y porque anduviese más suelto autorizó su desvarío con el falso prestigio de una divinidad (...). Quien goza con exceso de las prosperidades y se disuelve en el lujo desea siempre placeres insólitos. Entonces surge la libídine, ese aliado cruel de la alta fortuna: no apetecen las usadas viandas, no el techado con honra, no el vaso vil. ¿Por qué más raramente se filtra en los penates modestos esa plaga sutil que rodea las ricas moradas? ¿Por qué el amor casto mora bajo techos humildes, y por qué el vulgo medio cobija pasiones sanas, y por qué la modicidad sabe cohibirse? Y al revés, ¿por qué los ricos y los que en el trono se afianzan piden más de lo que es lícito pedir? Lo que no puede, quiere poderlo el que puede en demasía".
Séneca pasó la vida esforzándose por ser módico, pero conocía bien los excesos a que pueden llevarnos el poder, incluso la miserias a que puede reducirnos la falta de poder, sobre los demás o sobre nosotros mismos.

jueves, 5 de mayo de 2011

Lo invisible

Es difícil creer que el Hijo de Dios nació de una virgen hebrea, que padeció por toda la humanidad y que resucitó al tercer día. Pero, ¿es más fácil creer lo que dice la ciencia? Puede que sí. A fin de cuentas, la ciencia ofrece pruebas experimentales y demostraciones matemáticas. Sin embargo, algunas de las tesis de la cosmología, la física y la astronomía actuales, parecen menos verosímiles que los misterios de la fe, parecen salir de un cuento de ciencia ficción.

Tal es el caso de la tesis de Edward W. Kolb, más conocido por Rocky Kolb, según la cual "un 95% de la realidad es invisible".

El apóstol Tomás era tan ingenuamente materialista que necesitaba tocar para creer. Tal vez nos consideremos más espirituales porque nos conformemos con ver para creer. Y así nos creemos todas las sandeces y mentiras que inventa la tele, pues el medio es el mensaje (y el masaje). Estamos empeñados en que solo resulta real lo que se puede aprehender empiricamente o someter a experimento.

Antes, sólo una entidad tan sobrenatural como Dios resultaba invisible; ahora, resulta que solo un 5% de la naturaleza se ofrece en espectáculo, haciendo buena aquella frase presocrática de que a la naturaleza le va el secreto, ¡vamos, que es recatada y desprecia la visibilidad! No extrañe pues tanto afán de visibilidad, como esa que reinvidica hoy tanto el feminismo, ser visto es poder, el que no es percibido no existe. Esse est percipi, que diría el metafísico empirista, ¡como si los verdaderos poderes no fueran precisamente los más ocultos! Casi la totalidad de la energía se oculta tras las bambalinas y velos de esa cascarilla que divisamos.
¿Qué impide que imaginemos que en ese otro 95% de materia o energía oscuras habiten ángeles o demonios?

La especialidad de Edward Kolb no es la teología, sino el primer segundo tras el Big Bang. Nos lo dice otro Eduardo, con unción de  hagiógrafo. ¿De verdad se nos quiere hacer creer que ese segundo, tras la Gran Explosión de hace unos 13.700 millones de años fue el primer segundo?, ¿que no hubo segundos antes?, ¿que el tiempo empezó a ser sin tiempo? ¿que el mundo procede de la nada?

Todo parece encajar en una cadena causal que, sin embargo, acaba siendo condición necesaria de la libertad del humano. El despliegue de los sucesos estuvo predeterminado por lo que sucedió en el primer segundo, pero de esa predeterminación nació la voluntad y la intencionalidad que nos permiten elegir entre tomar agua, cerveza o vino blanco. ¡Es como si una gata pariera un pájaro perdiz!

"El cosmos primordial fue impulsado por una fuerza distinta, según unos u otros, pero con un origen singular y de una vez por todas para ambos" ("Invisible pero cierto", Eduardo Punset, Muy Interesante, Dic. 2010).

De esa fuerza distinta, diferente de las conocidas o reconocidas, no sabemos nada, ni siquiera si -como algunos nos quieren hacer creer- fue Nada.

lunes, 2 de mayo de 2011

Endogamia universitaria


¿Se acuerdan del cuento de Andersen? Sólo la inocencia se atreve a denunciar que el rey desfila desnudo. El niño señala al rey: "va desnudo". ¿Por qué callan todos los demás? Por miedo. O porque tienen parte en el gran fraude, por interés. Puede que el rey haya colocado a una de sus hijas, o a un sobrino, o a un amigo, en el taller de ropas imaginarias, donde no se hacen trajes reales pero se habla mucho de los trajes virtuales; esto es, se elogian mucho, sobre todo, los trajes que no se hacen. El taller de las ropas imaginarias ha tomado el tamaño de un holding colosal que se financia con los impuestos que paga la mayoría pechera. Lleva generaciones fabricando ropa imaginaria y se accede a él por afinidad sanguínea o política. Como los tertulianos hablan mucho de ética cuando se han perdido las buenas costumbres; y como el tema del fútbol suele gastar más recursos y energías, con Mou et al. que la práctica real del deporte, también aquí los pedagogos hablan mucho de educación, pero no educan; los profesores universitarios producen muchos artículos, que nadie lee...

Si alguien denuncia el gran fraude, si alguien denuncia la endogamia universitaria, la improductividad real de nuestras universidades, una por provincia, en España disparamos al niño que señala la desnudez del rey.

Algo así le puede estar pasando en la Universidad de Murcia a José Penalva. Lo de Murcia es una anécdota que se puede elevar a categoría, porque todas las públicas están aquejadas del mismo mal desde hace generaciones. Penalva es de los pocos que se encargan en este país, crítica y humanísticamente, de pedagogía, de los pocos que han ido a la Pedagogía por vocación y no por torpeza, de los pocos que escriben sobre educación sin depender de la mitología de un partido, ni juntar refritos de políticas pedagógicas fracasadas con pedanterías à la page. Por eso ha escrito unos cuantos libros en que propone soluciones para nuestra desprestigiada educación pública que pasan, sobre todo, por restaurar la autoridad del profesor (del real, no del virtual).

José Penalva ganó en su día el premio de microensayo "Oliva Sabuco" (concedido por la Asociación Andaluza de Filosofía). No recuerdo si al final lo recogió o se le entregó. Un servidor formaba parte de aquel jurado, y doy fe de que ninguno de sus miembros le conocía de nada. Le conocimos entonces por la calidad de su prosa ensayística y por su inédita sensibilidad. Lo peor de todo es que Penalva se ha atrevido a denunciar el nepotismo, el enchufismo, la politización... la endogamia, en fin, de una universidad convertida en pantano de aguas venenosas,  porque a ella apenas alcanzan fuentes nuevas, y no desagua las viejas. El resultado: amenazas, presiones, apertura de expediente.

http://www.elconfidencial.com/sociedad/2011/pesadilla-universidad-murcia-corrupcion-20110427-77947.html

¡Ay! La universidad española... En ella, como en todo, se ha hecho también aquí una especie de selección al revés. Exilio para los inteligentes, para los comprometidos con la verdad, para los trabajadores, para los investigadores, porque aquí siguen campando por sus respetos los mismos clanes y las mismas tribus de siempre.

¡Me llevé una gran desilusión con la universidad! Me gustaba estudiar. Tuve que cambiar de especialidad buscando verdaderos maestros. Algunos encontré, es verdad. Al más famoso que tuve (por profesor de Teatro y por más señas althusseriano), no tuve la suerte de verlo ni un solo día por clase, lo que no le impidió dar sobresalientes y matrículas a los de su cuerda política. Por lo visto su liderazgo político-intelectual le eximía de cumplir con sus obligaciones docentes. A muchos de estos se les llamaba "sobre-cogedores", cogedores de sobres a final de mes. Un ejército de penenes con apellidos "ilustres" competían a ver quién era más izquierdista o fumaba más canutos con las chicas más radicales y palmitales, en  abrevaderos adornados con postes del Ché, buscando el misterio de la dialéctica materialista en los culos de los vasos de cubata. Todo lo malo era entonces "burgués" o "pequeño burgués", y el mundo moral se dividía en marxistas y fascistas. 

Todos aquellos miserables -entre los cuales había por supuesto superdotados y memos- fueron promovidos a numerarios cuando la "transición política". Los más listos y menos viciosos, que también los había, son ahora catedráticos o cargos electos. Mandan tanto que pueden hacer la vida imposible a un premio extraordinario de licenciatura, a un advenedizo competente -como se ha demostrado. Con su extremismo político -una pose pseudo-ilustrada- compensaban la vergüenza íntima del privilegio (lo cual, por cierto, ni siquiera es "burgués", sino pre-burgués), del regalo -que sabían, pero no reconocían- que se les había hecho por motivos de "sangre", la humillación íntima de llegar a ser lo que se representa ser por el apellido o la mediación del tito o del papá...

En fin, inteligencia sin pedigrí, la que tampoco atiende a consignas, la hubo y la hay también en la universidad, pero mayormente tiene que guardar silencio o emigrar a Estados Unidos, a Alemania, a Brasil o al Reino Unido... Puede que ese acabe siendo el destino de J. Penalva, pues ya es profesor visitante en la Universidad de Cambridge, y es improbable que a su repatriación, la facultad de Murcia u otra cualquiera le reconozcan su independiente labor, sus obras publicadas (recuerden el caso Emilio Lledó, que sólo encontró cobijo en la UNED, tras volver de Alemania).

Aquella promoción política de penenes estalinistas y profesores mediocres impidió que toda una generación pudiera aspirar a la docencia universitaria. Talento perdido o exiliado.
A las oligarquías académicas ha habido que sumar las del arribismo político, el de esos del carnet del partido, o el de esos de los servicios prestados al partido, servicios pagados con cátedras en universidades ad hoc, entre los cuales consta que hay quienes no han tenido que hacer una oposición en su vida, y ahora, en tiempos de escasez presupuestaria, unos y otros se darán bocados por conservar o ampliar sus privilegios, mientras unos y otros disparan sobre el pianista o escaldan al inocente que denuncia el chanchullo.

http://antesdelascenizas.com/2011/04/27/el-caso-penalva/

¡Que inventen ellos! Lo nuestro es la tradición de la sangre, el tribalismo encubierto. La sensibilidad excepcional, la inteligencia en acción, han sido y son entre nosotros sospechosas, como la voz del niño que se levanta para recordarles a todos los que pasa.

lunes, 18 de abril de 2011

Anacronópete

No me extraña que fuese un español el primero en ingeniar -literariamente hablando, claro- un vehículo para viajar en el tiempo; los españoles hemos sido especialistas históricos en inventar enseres o teorías, en formular hipótesis o construir ingenios, ideas o prototipos a los que luego otros sacan provecho cultural, económico e industrial.
Descartes y Kant tuvieron sus mentores hispánicos; Maquiavelo definió su "Príncipe" mirando con el rabillo del ojo la política de Fernando el Católico; toda la psicología europea bebe hasta principios del XIX de los textos de Huarte de San Juan, Vives, Oliva Sabuco...; la metafísica europea preilustrada estuvo dominada por Francisco Suárez; el derecho internacional fue una creación de nuestros escolásticos, que justificaron el tiranicidio antes de que se inventara en Francia la guillotina; Shopenhauer y Nietzsche sacan provecho del prudente y crítico oráculo gracianesco; y el torpedero submarino fue inventado por Isaac Peral. A pesar de que el artefacto funcionaba, las autoridades desprestigiaron al científico y militar cartagenero y no respaldaron su trabajo...
Siempre ha pasado lo mismo. Nos sobran individuos inteligentes, excepcionales, que difícilmente cuentan con el respaldo de quienes mandan, que no suelen ser, precisamente, mentes preclaras, sino energúmenos extremista o inquisitoriales. Nos sobra ingenio, pero nos faltan constancia y reconocimiento público de la excelencia intelectual, en un país en que la inteligencia no suele ser bien vista, sino percibida más bien como una extravagancia peligrosa. Así que ponemos el germen y hasta el plantón, pero se malogra el fruto, o la planta da frutos fuera.

Pues sí, fue un español, Enrique Gaspar y Rimbau (1842-1902), quien en 1887, ocho años antes que Wells, concibió una máquina para viajar en el tiempo. La llamó el Anacronópete, del griego 'ana', atrás, 'cronos', tiempo, y 'pete', el que vuela.
Con ella quería montar un espectáculo musical de sangrientas batallas de gladiadores, exóticas visitas a China, máquinas futuristas y romances tormentosos. Pero la cosa quedó en novela con dejes zarzueleros, cuatro protagonistas (dos hombres y dos mujeres), coro masculino de húsares y coro femenino de prostitutas, todo teñido de controversia política, de escepticismo y de humorismo.
Dos hispanistas expertas en ciencia ficción (o ficción científica, que es como debiéramos llamar en español a este subgénero de la épica), Yolanda Molina-Gavilán y Andrea Bell, afincadas en Estados Unidos, preparaban una edición inglesa de la obra: El barco del tiempo (The time ship, 2012). Su trabajo llamó la atención del organizador de una exposición en Londres, en que la British Library ha reunido a diversos precursores de la literatura fantástica, y así se le ha devuelto al krausista Enrique Gaspar su histórico mérito y se le ha recompensado con cierta gloria póstuma.

Todos somos viajeros del tiempo; y es un gran consuelo moral que el tiempo, testigo insobornable de la existencia, algunas veces acabe poniendo a cada cual donde le corresponde.

martes, 1 de marzo de 2011

¡Tú también!

Nuestros políticos adoran la falacia del 'tu quoque'. Si los populares envisten contra los socialistas acusándoles de malversar fondos públicos en las fraudulentas EREs de la Junta de Andalucía, los socialistas les responden con el 'tu quoque' de los trajes soborno y los tráficos de influencias de la Comunidad valenciana.
'Tu quoque' significa "tú también" y nombra aquellos pretendidos argumentos en que no se entra a analizar la verdad de un argumento o una acusación, sino que se arremete con otro argumento o acusación similar contra quien profiere aquél o aquélla. Ofensa por ofensa. Puede considerarse un caso particular de la falacia 'ad hominem' o 'ad personam'.
La facilidad con que se emplean este tipo de falacias para descalificar al oponente muestra hasta qué punto la lucha política en España es una lucha entre partidos; y la democracia española, una partitocracia, porque estos argumentos no valen ante un auditorio universal. La corrupción de tirios no nos puede hacer pensar que sea mejores las tropelías de los troyanos, cuando los tirios las denuncian.
Shopenhauer denominó artificio (Kunstgriff) al uso del argumento ad hominem consistente en poner al interlocutor en contradicción con sus propias afirmaciones:
- Con que me dices que robo..., ¡pues tú también!
También podría relacionarse el pseudoargumento del tu quoque con el argumento que Perelman llama 'ad personam', cuando para rebajar la fuerza del argumento de un oponente dialéctico se descalifica sin más a quien lo sostiene.
Parece que la expresión 'tu quoque' viene nada menos que de la célebre frase que se atribuye a Julio César: Tu quoque, fili mi!, "¡tu también, hijo mío!", cuando vio a su hijo adoptivo Bruto (James Manson en la foto que ilustra esta entrada) entre los conjurados que habrían de asesinarle.
Los niños aprenden muy pronto a usar esta argucia en su forma "¡y tú más!". "Dices tonterías -Y tú más".
Sin embargo, se puede considerar un argumento legítimo cuando quien nos acusa, critica o aconseja, lo hace recurriendo a su "autoridad moral". Es evidente que el Estado no es quién para recomendarnos que abandonemos el uso del tabaco mientras él mismo monopoliza su comercio y se beneficia con su venta.
Quien argumenta desacredita la coherencia de cuanto afirma si se muestra inconsecuente con lo que dice.
Hay muchos refranes, dichos populares y parábolas morales que se basan en este principio: "predicar no es dar trigo", "vemos la paja en el ojo ajeno, pero no vemos la viga en el propio".
Quienes se escandalizan porque el tirano Gadafi use las armas contra su pueblo sabían muy bien a qué tipo de lunático se las vendían hasta hace unos días...
La palabra es un signo, una señal, pero también un arma poderosa.

domingo, 6 de febrero de 2011

El efecto Forer

David Ogilvy, uno de los magos de la publicidad del siglo XX, descubrió en una entrevista cuál es el argumento persuasivo más fuerte para hacer que cualquiera se trague cualquier cosa: que el discurso hable de nosotros o, por lo menos, que parezca referirse a nosotros.
Es la vieja estrategia de la zorra de la fábula: halaga al cuervo para que deje caer el queso.
Estamos dispuestos a leer lo que sea, siempre que nos devuelva una imagen gloriosa, o por lo menos agraciada, de nosotros mismos.
Si no podemos reconocer nuestra identidad en el objeto, nos sentimos inseguros. Sin embargo, deleita nuestra vanidad que el mundo se nos parezca, que la gente hable de nosotros, incluso si hablan mal, es preferible a que no hablen en absoluto. La publicidad es un inmenso espejo de Narciso.
Se llama efecto Forer a esta especie de falacia de validación personal. Se llama así por el test que el psicólogo Bertrand R. Forer pasó a su alumnado en 1948. Todos los sujetos le dieron un valor altísimo a la descripción de su personalidad. Forer había redactado sólo una, pero lo suficientemente ambigua y halagüeña como para que los alumnos y las alumnas se la atribuyeran personalmente.
Forer había ensamblado textos de horóscopos.
El efecto Forer muestra la extraordinaria capacidad que el ser humano tiene para engañarse a sí mismo y lo vulnerables que somos todos al halago, por la necesidad de atribuirnos una imagen ventajosa de nosotros mismos. Pero también muestra que sobre todo atendemos y comprendemos bien lo que somos o creemos ser.

viernes, 4 de febrero de 2011

Imagen móvil de la eternidad

¿El tiempo se acaba?

Triunfo de Platón, para quien el tiempo, según famosa definición del Timeo, es "imagen móvil de la eternidad".
La metafísica actual tiene sus particulares demonios o diablos. Se llaman "agujeros negros" o "energía oscura". Hay quien tiene tan mal gusto como para rendir culto al diablo y hacer de los Agujeros Negros sus ídolos nocturnos, o de la "Energía oscura" su divinidad secreta y evasiva.
Los agujeros negros son, en cualquier caso, sumideros colosales que se lo tragan todo, como el Infierno de Dante.
Tras la crítica de Kant y la ascética de la Analítica o del Neopositivismo, que renunciaban virtuosamente a usar términos sin referente eventual, lógico-empírico, no hay que preocuparse por la supervivencia de la filosofía primera, de la Metafísica. La Cosmología -una de sus ramas- goza de buena salud, gracias al ingenio especulativo de los físicos. Ya Kant observó que podrían desaparecer en el futuro las ciencias particulares, asfixiadas por una nueva edad de barbarie, pero que jamás desaparecería la metafísica.
Por ejemplo: "los físicos llevan decenios tratando de entender qué quiere decir que la teoría de la relatividad general admita la posibilidad de una muerte sin resurrección" ("¿Puede terminar el tiempo?", George Musser. Investigación y Ciencia, nov. 2010).
Según la relatividad general, el tiempo desaparece en el centro de un agujero negro, aunque continúe fluyendo en el resto del universo. Por lo mismo que los objetos en caída libre se ven atraídos hacia lugares en los que el tiempo transcurre más despacio.
Intuitivamente, al menos, tendemos a pensar el tiempo como Newton, no como Einstein. La idea de que el tiempo termine, tal vez carezca para nosotros de sentido lógico (Richar Swinburne). Nos resulta inimaginable que el tiempo cese alguna vez; esa vez sería la última.
Sin embargo, un tiempo que nunca terminase también da lugar a paradojas.
Otra de las entidades maravillosas -metafísicas incluso en el sentido más medieval- que nos proporciona la cosmología actual relativista es la Singularidad matemática, por ejemplo, esa en que se comprime todo el universo antes de la Gran Explosión. Un punto de volumen cero. Platón recelaba ante semejantes hipótesis; creía que la dialéctica podía y debía destruirlas, simplemente haciendo ver que tal supuesto no puede existir realmente.
Los cosmólogos actuales también se muestran estimables dialécticos. Muchos expertos asumen que las singularidades cósmicas pueden tener una densidad elevadísima, pero finita al fin y al cabo. Para algunos de éstos, el infinito no sería más que una "idealización matemática". En cualquier caso, "la mayoría de la gente [experta] diría que las singularidades señalan los lugares en los que la teoría se desmorona" (James B. Hartle).
He aquí un estupendo ejemplo de cómo la física, casi sin querer, deviene metafísica: "el principio y el final del tiempo se hallan fuera del ámbito de las leyes de la física que conocemos. Habrían de quedar descritos no por una nueva ley de la física, sino por algún nuevo tipo de ley que prescinda de conceptos temporales como el movimiento o el cambio y que se base en relaciones atemporales, como la elegancia geométrica".
Eso de la "elegancia geométrica" hubiera hecho las delicias de Platón o de cualquier pitagórico de su época. A fin de cuentas, la belleza no es más que el resplandor del bien impreso en el ser, como la huella de Dios en sus criaturas.
Si el tiempo puede perder su direccionalidad, ¿por qué no va a ser posible la resurrección?, incluso cabrían vidas vividas al revés. Si el universo agotase su energía útil, según el fúnebre y célebre principio entrópico de la termodinámica, y dejara de evolucionar, los relojes dejarían de funcionar y el tiempo podría perder su direccionalidad.
Los grandes teóricos ya no están muy seguros de que la Gran Explosión sea también el alfa de la temporalidad. Ecos de una temporalidad que tal vez se confunda con la eternidad, nos vienen desde más allá, microondas de una actividad anterior al Big Bang (Penrose, Cycles of time, 2010).
Puede que la Gran Explosión consistiese, más que en un "principio de los tiempos" en una brusca transición de fase en la vida de un universo eterno (D. Lüst. "¿Es la teoría de cuerdas una ciencia?" Investigación y ciencia, sep. 2010). Tal vez, antes de la Gran Explosión haya habido una Gran Implosión y, cuando la densidad se hizo demasiado alta, empezó de nuevo la expansión, produciéndose así lo que se ha llamado el "gran rebote" (big bounce).
¿Es el tiempo lo que le da su direccionalidad a la flecha causal? ¿Son los límites del tiempo también los de la razón y la observación empírica?
Puede. Esto daría la razón a Séneca, que consideraba que estamos hechos de tiempo, que el tiempo no es algo externo, sino la esencia de la vida humana. Tal vez esta idea senequista inspirase la consideracón kantiana del tiempo como forma de la imaginación y como coordenada subjetiva de la sensibilidad.
La flecha que apunta del pasado al futuro podría no ser definitiva. Esta posibilidad nos marea. Desde el siglo XIX se reconoce que esa flecha no es una propiedad del tiempo en sí, sino de la materia. El tiempo es intrínsecamente bidireccional, y la flecha que percibimos es la evolución de la materia desde el orden al caos.
¿Que pasará si el tiempo se detiene? La pregunta parece autocontradictoria. Por definición, sin tiempo nada pasaría. Si sólo queda espacio, podrían incluso desaparecer las relaciones de causa-efecto, pues, parece que, a diferencia del tiempo, el espacio no impone relaciones de causa y efecto. O tal vez el tiempo se convierta en otra dimensión espacial... Para entonces, sólo seríamos formas, dentro de otras formas.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Diseño inteligente

Nunca he comprendido por qué la religión, y en general el deísmo, ven en la teoría de la evolución una enemiga, cuando la evolución misma de la vida es un milagro, en medio de un universo de tamaño tan inhumano como aparentemente inerte, un universo caracterizado por lo que el filósofo ubetense Manuel Fdez. de Liencres llamaría "manirrotismo" o despilfarro de estrellas.

No creo que haya contradicción en aceptar la evolución darwiniana de las especies, su maravillosa diversificación a partir de antepasados comunes (y según mecanismos de mutación, adaptación y selección natural), y creer al mismo tiempo en la creación del mundo por una inteligencia cósmica, o metacósmica.

Dios podría haber creado las razones germinales de las cosas –como llamaba San Agustín a las “ideas”, palabra ésta que los latinos tradujeron por “species”-, y Dios podría haber dejado luego este universo -entre otros posibles- "a su amor". Podríamos ser el experimento imperfecto de un potentísimo Ordenador extraterrestre. Un producto de la evolución que empieza a controlar su propia evolución, su propio diseño.

El Big Bang no es una frontera intranspasable. En un libro reciente, Penrose, muestra y especula sobre indicios de colosales encuentros gravitatorios entre agujeros negros, ¡anteriores a la Gran Explosión!

La nada es mucho menos imaginable que la eternidad, pero mucho más fea y negra. Y por mucho que se empeñe Stephen Hawking, la cosmología científica no exige una actitud atea, ni siquiera la facilita. La propia ciencia actual nos ofrece la estampa de un verdadero misterio insondable que parece burlarse de nuestra limitada geometría de tres dimensiones, de nuestro principio de causalidad, de nuestra comprensión del tiempo según el antes y el después... El Poder que organiza lo diminuto y lo supergrande obra prodigios que parecen estar mucho más allá de la comprensión humana.  

El ateísmo es -como el pesimismo-, una actitud. Y la ciencia sí ha demostrado que al sistema inmunitario humano le sienta mejor el optimismo que el pesimismo; mejor la creencia en la gloria y la eternidad, que la apuesta lúgubre por la nada. El nihilismo es incluso peor que el materialismo, por más que el primero añada cierta dimensión trágica al segundo, tan grosero.

Podemos no estar de acuerdo con las ideas de "diseño inteligente" o de "complejidad irreductible" de M. J. Brehe. Mi amigo Leandro Sequeiros (ilustre socio de la AAFi), que regala inteligentes libros por Internet, sabe muchísimo más que yo de estas cosas, y no parece dar mucho crédito científico a esta teoría, según la cual la evolución natural por sí sola explicaría la diversificación de especies, géneros y familias, pero no la de las clases u órdenes vivientes.

En cualquier caso, para mí es obvio que la inteligencia no se agota en la conciencia humana, un epifenómeno tan reciente como peligroso si no se le asigna una función iluminadora, externa y altruista. En el universo vital hay inteligencia por todas partes, en el modo en que un perro aprende a orinar donde y cuando debe, o un pulpo a abrir un frasco con alimento, o una planta a adaptarse a sus condiciones de tierra, humedad y luz. Incluso los hongos se mueven inteligentemente por laberintos en busca de su salvación. Las plantas y los hongos resuelven problemas, y ese es un modo de comportarse inteligente.

No hay pamplina que no suponga inteligencia, ni mojiganga que no nazca del juego de dicha facultad universal. Es un síntoma más de nuestra indomable vanidad, el suponer que la inteligencia nos pertenece en exclusiva. 

domingo, 16 de enero de 2011

Argumentum ad baculum

Las falacias son un tipo de argumentación incorrecta. Si consideramos todas las formas de razonamiento que no se sostienen algunas son evidentes, pero otras tienen un aire de plausibilidad que pueden confundir al que no está atento. Éstas, que podriamos decir que son "psicologicamente" persuasivas, reciben el nombre de "falacias".
Hay muchas clases de falacias, algunos lógicos registraron más de cien, y el libro que mencionamos en otra entrada de este blog (Julian Baggini, "¿Se creen que somos tontos?") trae exactamente cien. Nuestro autor de referencia (Irving M. Copi) menciona las más habituales, a las que suele ponerse un nombre en latín para identificarlas mejor.
Veamos una de ellas (que también se pueden identificar en algunas de las entradas que dedicamos a este tema):

Argumentum ad baculum, o Apelación a la fuerza.
Cuando, para convencer de la verdad de una argumentación se apela a la amenaza o la intimidación. Aquello de que "Dios castigará a ..." si se usa para fundar un razonamiento, evidentemente es un uso falaz del tipo que mencionamos.
Es muy habitual en las discusiones de toda clase. Cuando escuchamos algo así: "¡Pero, se da cuenta de las consecuencias que tendría para Ud..." es posible que una sutil, o no tanta, forma de intimidación se desliza en lo que aparentemente puede ser una reflexión puramente neutral.
Veamos un ejemplo que trae el citado Copi:

"Por supuesto que existe Papá Noel. Pero no les lleva regalos a los niños que no creen en él." 

sábado, 15 de enero de 2011

Wikipedia y "buenismo"

¿Somos buenos o malos por naturaleza? Sobre este problema se cita el “buenismo” de Rousseau, que tal vez inspirara el “optimimismo antropológico” de nuestro –ya no tan jovial- presidente don José Rodríguez Zapatero, y cuyas tesis (las del suizo) sostienen algunas de las posiciones más caras al marxismo clásico. "To er mundo eh güeno" -como dicen o suponen con cachaza algunos sabios y arcaicos gaditanos. El hombre sería igualitario y compasivo por naturaleza, y sería la propiedad privada y la “cultura” quien lo corrompería, según Jean Jacques, que con las mujeres... de igualitario, cero, machista contumaz.

El "buenismo" no se sostiene a la luz de lo que nos dicen los etólogos, los psicólogos y los antropólogos que estudian hoy sin anteojeras ideológicas el comportamiento humano. No hay que tener un doctorado en antropología para ver que tenemos colmillos cuya función es desgarrar carne o carroña, o sea, que somos depredadores con capacidad para matar y devorar a otros seres vivos, incluidos los de la propia especie si el hambre es demasiado horrorosa; no hay que ser malintencionado ni malicioso para saber que el amor propio es más primitivo que el altruismo, que el antagonismo y la competencia son, al menos, tan genuinos como la compasión y la cooperación.

Al cachorro humano le asusta instintivamente la voz grave del padre; el adolescente no respeta a quien no teme, la vergüenza le puede más que el conocimiento. Los niños y los adolescentes tienden a ser irremediablemente sexistas, a valorar la fuerza, la prepotencia, el canallismo y la guapura, por encima de la sensibilidad, la generosidad, la inteligencia o la excelencia moral. Es posible que no sea más que una reminiscencia de cuando el músculo era más rentable, desde el punto de vista de la supervivencia, que la complejidad de la sesera, un atavismo éticamente impertinente. Pero pesa, ¡cuánto pesa! Los instintos lastran a veces la educación y el conocimiento. Sin embargo no hay que preferirlos ni dejarse deslumbrar por su vigor primitivo, como hizo cierto vitalismo nietzscheano o neodarwiniano, porque es la educación, la contención y la represión, la que nos saca del machismo y de la bárbara brutalidad. Son los premios y los castigos, así como la imitación, los que fundamentalmente educan. Ya lo sabía Gracián: el humano se redime de bestia cultivándose, y sólo la cultura puede hacernos personas.

Tampoco apuesto por que adoptemos posiciones pesimistas o misántropas, según los tópicos al uso: “El hombre es un lobo para el hombre”, “piensa mal y acertarás”, “cada cual arrima el ascua a su sardina”, etc. La naturaleza humana en sí misma, como el agua de lluvia, no es ni buena ni mala, depende de la dosis, de los espacios y tiempos, de la canalización, de la oportunidad, de su armónica coordinación con las exigencias culturales y civilizatorias. El agua puede provocar inundaciones o fertilizar campos. Se espera de nosotros que nos comportemos “naturalmente”, sólo porque los hábitos adquiridos nos visten y se nos convierten en una “segunda naturaleza”, pero esos hábitos pueden ser virtuosos o viciosos: buenas o malas costumbres.

Un caso sobresaliente es el de la Wikipedia, la enciclopedia fundada en 2001 por Jimmy Wales (n. 1966) y Larry Sanger (n. 1968, doctor en filosofía). El sociólogo Christian Stegbauer se ha preguntado lo que nos preguntamos muchos: por qué miles de autores dedican sus liberales ocios a escribir artículos -yo mismo- sin que más tarde figure su nombre en ellos, y todo ello bajo riesgo de que otro borre sus esfuerzos con un 'clic'. ¿No se trata de una muestra extraordinaria de la capacidad cooperativa, un exponente del altruismo de los seres humanos, del gusto que hallan en compartir conocimientos, en participar en un proyecto comunitario? Es el “Enigma de la cooperación” (título de la obra de Stegbauer).

Pero el motor de los wikipedianos parece tener un componente tan creativo como expropiador, robinhudiano: “reunir el conocimiento de la humanidad más allá de los derechos de autor…”. El colaborador de la enciclopedia más consultada del mundo, la Wikipedia, no renuncia por completo a la fama, al narcisismo del amor propio, sólo que busca más el prestigio dentro de la comunidad que fuera de ella...

Sin embargo, la idea de una comunidad igualitaria del conocimiento, de una democracia del conocimiento, es un mito. Para empezar, se impone una selección importante. Sólo el que sabe leer y escribir y tiene acceso a la Red puede colaborar en la Wikipedia, lo cual elimina a más de la mitad de la humanidad. Pero, además, el conocimiento enciclopédico, superior, así como la sensibilidad para el bel canto, es un fenómeno aristocrático, en el sentido etimológico, por supuesto (de aristón: el mejor), no en el sentido clasista. Las funciones apelativa y expresiva del lenguaje son más primitivas que la función representativa o lógica, que prima en la redacción de artículos. Puede que el mejor para el conocimiento no sea precisamente rico, y seguro que tiene pocas ambiciones políticas y tal vez carezca de dotes de mando, pero pertenece a una minoría selecta, la de los que tienen aptitudes para la alta matemática, la narración histórica, la investigación empírica, o el ensayo especializado; y muchos menos son los que, teniendo aptitudes, hallan motivación suficiente para dedicarse en cuerpo y alma a estos trabajos tan poco retribuidos y tan exigentes. Puede que la ciencia se haga hoy en equipos que requieran costosos medios y sofisticados laboratorios, pero esos equipos representan ya élites de conocimiento, y dentro de ellos hay también jerarquías, por supuesto, y líderes, claro está.

De hecho, la leyenda de una Wikipedia participativa e igualitaria no es cierta, ya que se conformó un “dominio de administradores”, un pequeño círculo de colaboradores aprobados por su compromiso y que recibieron “derechos especiales” de la comunidad. Bien está si ello evita que en la primera enciclopedia virtual, gratuita y global, se digan demasiadas tonterías, de las que nunca estaremos por completo a salvo…

miércoles, 12 de enero de 2011

Transparencia


Transparencia carnal. Consistencia ósea. Oseoerotismo. De eso va este artículo.

Baudrillard afirma (De la seducción) que el porno hace al sexo hiperreal, pero que carece por completo de seducción. El exceso de realidad asesina todos los fantasmas eróticos. No le falta razón, una representación instantánea y exacerbada acaba con el encanto del velar y desvelar. El zoom anatómico nos pone tan delante del sexo, bocas, genitales, pechos, anos, que la piel y la carne excitan o irritan sin conmover. Sin perspectiva, se pierde ilusión, imaginación: lo fantástico e interesante de la sexualidad humana, lo genuino y futurista.

Muchas veces, el porno profesional ni siquiera resulta obsceno. La obscenidad debe tener un contenido de transgresión, de provocación, de perversión. Lo obsceno juega con la represión. Sin represión, sin contención, el sexo pierde carácter, como las personas.

La desublimación represiva (Marcuse) nos conmina al goce. El imperativo categórico es: goza infinitamente. Por supuesto, como el imperativo kantiano, el imperativo hedonista (de un hedonismo grosero) resulta del todo irrealizable, al menos para el sexo masculino. El sexo femenino puede simularlo indefinidamente, pero la erección jamás es segura, y no puede mantenerse indefinidamente. ¿Acaba la “liberación sexual” -o el triunfo mítico de la liberación sexual- con la obscenidad y sus cantos de sirena? Puede. Entonces el sexo se mecaniza, se rutiniza, necesita de prótesis, busca alicientes en las tiendas… ¡Perfecto para el mercado del sexo! Mejora el consumo, mejora la producción, podemos cobrar más impuestos, para construir más carreteras, y todos felices.

El porno es la síntesis artificial –sentencia el francés-: “es el festival, pero no la fiesta”.

Pero la obscenidad no ha desaparecido, frente a la antigua obscenidad se impone una nueva, podríamos llamarle la obscenidad de la transparencia. Sufro pensando que hubo otra espiritual, juanramoniana, poética. A través de su medio preferido, la televisión, la obscenidad de la transparencia deja contemplar cómo interactúan sexualmente los famosos -a veces, se hacen famosos simplemente porque interactúan sexualmente ante las cámaras-, y cómo se resienten después de haber interactuado, cómo se injurian y se difaman recíprocamente.

Baudrillard afirma que toda nuestra cultura del cuerpo, que toda la estereofonía multimedia del deseo, es de una monstruosidad y obscenidad irremediables.

Ya no se dice: “Tienes un alma y hay que salvarla”, pero las imposiciones no han cesado, ni siquiera han disminuido. Ahora se dice: “Tienes un sexo, y debes usarlo”, “tienes un inconsciente y ello debe hablar”, “tienes un cuerpo y debes gozar de él”, “tienes una libido y has de gastarla”.

Pero, por qué quedarse en lo epidérmico o en lo epitelial o en lo muscular... El cuerpo es algo más que piel, es también huesos. "¡Lo que haría por tus huesos!" o "¡lo que saben tus huesos!" He oído yo como exageración o como piropo (dedicado a otras).

Aunque la piel se vea lustrosa y joven, libre de arrugas gracias a prodigiosos y milagrosos potingues y cosméticos, podemos también penetrar eróticamente más adentro, dejar atrás vainas, membranas, glándulas, orificios, incluso médulas que han gloriosamente ardido… hasta quedarnos con la esencia ósea, nívea, deslumbrante en su blancura cálcica, que configura mejor que nada la silueta, la figura, el movimiento. Podemos descorrer los últimos visillos de la carne para hacer transparente lo último que se pierde y desbarata: los huesos.

Esta es la idea del Calendario Pin-Up que ha editado una empresa que se dedica a la fabricación de equipos para diagnósticos clínicos. El calendario muestra casi lo que promete, a chicas que lo enseñan todo, del todo… No deja de tener su gracia macabra, incluso un pelín romántica. Fin de la seducción o una seducción diferente. Pero, aunque vistamos esos huesos de curvas delicadas, ¿de verdad las chicas son sólo cuerpo?

¡Almas, son almas! Salvadas o perdidas, descarriadas o mudas, soslayadas por los rayos X, invisibles del todo, opacas al ojo clínico, ocultas por la coquetería...

jueves, 6 de enero de 2011

Cuando ... 10

Tony Blair dijo, durante su mandato: "Si queremos detener la industria de defensa de este país, podemos hacerlo. El resultado será que otros suministrarán las armas que nosotros suministramos".
Un razonamiento "impecable" que un libro de reciente aparición contiene para mostrar las falacias que se usan, cuando se justifica una política, hasta en el más alto nivel.
¿Cómo podemos demostrar que éste razonamiento es falaz?
Julian Baggini compone un argumento similar, pero absurdo: "... imagínate que un grupo de amigos tuyos planean matar a alguien y no los puedes disuadir ¿Significa eso que si te ofrecieras voluntario para el asesinato estarías libre de culpa, porque alguien iba a apretar el gatillo de todas formas?".

Para conocer "100 formas de detectar las falacias" en políticos de todo pelaje y mensajes variados de los medios de comunicación, nuestra propuesta para este enero del 2011 es, sin duda, este libro:
Julian Baggini, "¿Se creen que somos tontos?", Paidós, Barcelona, 2010. 
Nota: Nos parece mucho más sugestivo el nombre original "The Duck that Won de Lottery, and 99 Other Bad Arguments".

lunes, 3 de enero de 2011

Toy story 3

Un buen guión hace buena a una película.
Un buen guión está hecho de ideas, no de "efectos especiales" ni de sexo y violencia tan espectaculares como gratuitos...
Ingenio, inventiva, ¡ideas! Las ideas son las que hacen buenos a los medios. Y los ideales a las ideas. Un guión para ser bueno debe ser verosímil, debe conmover y ser, en un sentido muy general, edificante, constructivo.
No podemos absorbernos y distraernos con una ficción si no es creíble, si no refiere a lo que puede pasarnos y si no resulta internamente congruente.
Es cierto que en ella misma pasan cosas, pero eso que producimos en el teatro o en el arte ha de poder tener una explicación y una justificación para no ser un simple juego ocioso o un pasatiempo estéril. Cualquier cosa, por muy expresiva o elaborada técnicamente que sea, no puede ser arte.
Sí lo es Toy Story 3 (Leo Unkrich, 2010), algo más que un entretenimiento para niños. No es casual que se haya convertido en la película de animación más taquillera de la historia.
Sobre el telón de fondo de la preparación del humano Andy para la universidad, los juguetes, olvidados, se preocupan por su incierto futuro... La donación a la guardería (Sunnyside) parece una buena solución, pero allí acabarán descubriendo que manda un oso de peluche resentido (Lotso), que usa por esbirro la fuerza de un gran y terrorífico bebé mutilado...
Oír a Barbie sentar cátedra de sociología política, mientras se involucra junto a su narcisista pareja Ken, en una trepidante acción liberadora, ¡y poder creérselo! no deja de ser tan novedoso como extraordinario.
Y es que las cosas no son lo que parecen ser. El simulacro del arte nos devuelve a la realidad de los seres. La Barbie de Toy story 3 me recuerda mi viejo manual de M. Duverger (Sociología de la política, Ariel, Barcelona, 1975): la distinción entre autoridad legal-racional y despotismo autoritario o legitimidad carismática... Sunnyside, la guardería, no es un paraíso para los juguetes y muñecas, sino una prisión controlada por un tirano vengativo. Y los infantes pequeñitos no son sólo angelitos, sino también crueles torturadores hiperactivos, alternativa que se nos ofrece a cada uno de nosotros.
Buzz (el viajero estelar, uno de los buenos) es reprogramado (lavado de cerebro) y luego adopta una curiosa personalidad donjuanesca, latina... No falta suspense cuando los protagonistas están a punto de ser devorados por una incineradora o son traicionados por el malvado Oso de Peluche (Lotso). Tampoco falta un happy end, en que triunfa la gratitud y el reconocimiento por los servicios infantiles prestados.
Y la historia no deja de tener su moraleja. Los juguetes, humanizados, personalizados, no pueden ser tratados como meros instrumentos, merecen ser conservados dignamente.
El mundo -ya lo decía Platón- es un cuerpo animado (soma empsychôn).

sábado, 1 de enero de 2011

Iconos feministas


La corresponsal en Nueva York Mercedes Gallego considera el famoso icono de la foto un símbolo frustrado: "sueños de independencia que explotan como pompas de jabón. En los tiempos que corren, ni los símbolos son inmunes a la crisis" ("Símbolos frustrados", IDEAL 31-XII-10).
El motivo de su artículo es la muerte de Geraldine Doyle, la remachadora en quien se inspiró el fotógrafo Howard Miller para crear un icono con el que incentivó a millones de mujeres a que trabajaran produciendo tanques, armas, bombarderos y municiones contra el tercer Reich.
Geraldine no echó en la fábrica ni dos semanas de laburo. En 1942 tenía 17 años y acababa de terminar el instituto. Mientras Miller la recreaba sacando músculo, ella sólo pensaba en evitar que una fractura le impidiera tocar el chelo. Pero no continuó sus estudios, se enamoró de un aprendiz de dentista y le ayudó a montar su clínica mientras criaba seis hijos. A su muerte, deja 18 nietos y 25 bisnietos.
Hay mujeres que piensan que el amor maternal es una creación cultural y que eso de dejar 25 bisnietos no muestra éxito personal alguno. Más verosímil es que la "revolución feminista" haya dado gato por liebre cuando la mujer da carreras entre el desayuno de los niños y la oficina, la colada y el portafolios, dividida entre lo profesional y lo maternal, todo por menos sueldo que los hombres, o por cero sueldo, y sin tocar las tetas del poder salvo que se esté dispuesta a sacrificar del todo la feminidad.
El icono acabó representando a la mujer que conquistaba el control de su destino, y fue retomado en los años ochenta por el feminismo que podríamos llamar contemporáneo.
No creo que se trate de un símbolo frustrado. Primero, porque los símbolos no sacan su fuerza sólo de su significante, sino del vínculo sentimental que consiguen alimentar entre quienes los usan intencional y socialmente. No de otro modo se entiende que la cruz -instrumento romano de tortura- acabara significando tanto (el amor divino) para tantos. Y segundo, porque no es cierto que la revolución feminista haya fracasado. Pasa lo mismo con el comunismo o con el cristianismo, si bien han de ser aparcados como sistemas totalitarios o ideas únicas en la sociedad plural y global, no han pasado sin dejar una impronta de la que se siguen nutriendo nuestras éticas y nuestras sociedades del bienestar.
Mis hijas, sin ir más lejos, pueden elegir, algo que no pudieron hacer tan fácilmente ni sus madres ni mucho menos sus abuelas. Puede que la "revolución feminista" tenga que ser completada y hasta corregida, pero nuestra sensibilidad -también masculina- se alimentará ya en el futuro de sus denuncias y descubrimientos.