miércoles, 12 de enero de 2011

Transparencia


Transparencia carnal. Consistencia ósea. Oseoerotismo. De eso va este artículo.

Baudrillard afirma (De la seducción) que el porno hace al sexo hiperreal, pero que carece por completo de seducción. El exceso de realidad asesina todos los fantasmas eróticos. No le falta razón, una representación instantánea y exacerbada acaba con el encanto del velar y desvelar. El zoom anatómico nos pone tan delante del sexo, bocas, genitales, pechos, anos, que la piel y la carne excitan o irritan sin conmover. Sin perspectiva, se pierde ilusión, imaginación: lo fantástico e interesante de la sexualidad humana, lo genuino y futurista.

Muchas veces, el porno profesional ni siquiera resulta obsceno. La obscenidad debe tener un contenido de transgresión, de provocación, de perversión. Lo obsceno juega con la represión. Sin represión, sin contención, el sexo pierde carácter, como las personas.

La desublimación represiva (Marcuse) nos conmina al goce. El imperativo categórico es: goza infinitamente. Por supuesto, como el imperativo kantiano, el imperativo hedonista (de un hedonismo grosero) resulta del todo irrealizable, al menos para el sexo masculino. El sexo femenino puede simularlo indefinidamente, pero la erección jamás es segura, y no puede mantenerse indefinidamente. ¿Acaba la “liberación sexual” -o el triunfo mítico de la liberación sexual- con la obscenidad y sus cantos de sirena? Puede. Entonces el sexo se mecaniza, se rutiniza, necesita de prótesis, busca alicientes en las tiendas… ¡Perfecto para el mercado del sexo! Mejora el consumo, mejora la producción, podemos cobrar más impuestos, para construir más carreteras, y todos felices.

El porno es la síntesis artificial –sentencia el francés-: “es el festival, pero no la fiesta”.

Pero la obscenidad no ha desaparecido, frente a la antigua obscenidad se impone una nueva, podríamos llamarle la obscenidad de la transparencia. Sufro pensando que hubo otra espiritual, juanramoniana, poética. A través de su medio preferido, la televisión, la obscenidad de la transparencia deja contemplar cómo interactúan sexualmente los famosos -a veces, se hacen famosos simplemente porque interactúan sexualmente ante las cámaras-, y cómo se resienten después de haber interactuado, cómo se injurian y se difaman recíprocamente.

Baudrillard afirma que toda nuestra cultura del cuerpo, que toda la estereofonía multimedia del deseo, es de una monstruosidad y obscenidad irremediables.

Ya no se dice: “Tienes un alma y hay que salvarla”, pero las imposiciones no han cesado, ni siquiera han disminuido. Ahora se dice: “Tienes un sexo, y debes usarlo”, “tienes un inconsciente y ello debe hablar”, “tienes un cuerpo y debes gozar de él”, “tienes una libido y has de gastarla”.

Pero, por qué quedarse en lo epidérmico o en lo epitelial o en lo muscular... El cuerpo es algo más que piel, es también huesos. "¡Lo que haría por tus huesos!" o "¡lo que saben tus huesos!" He oído yo como exageración o como piropo (dedicado a otras).

Aunque la piel se vea lustrosa y joven, libre de arrugas gracias a prodigiosos y milagrosos potingues y cosméticos, podemos también penetrar eróticamente más adentro, dejar atrás vainas, membranas, glándulas, orificios, incluso médulas que han gloriosamente ardido… hasta quedarnos con la esencia ósea, nívea, deslumbrante en su blancura cálcica, que configura mejor que nada la silueta, la figura, el movimiento. Podemos descorrer los últimos visillos de la carne para hacer transparente lo último que se pierde y desbarata: los huesos.

Esta es la idea del Calendario Pin-Up que ha editado una empresa que se dedica a la fabricación de equipos para diagnósticos clínicos. El calendario muestra casi lo que promete, a chicas que lo enseñan todo, del todo… No deja de tener su gracia macabra, incluso un pelín romántica. Fin de la seducción o una seducción diferente. Pero, aunque vistamos esos huesos de curvas delicadas, ¿de verdad las chicas son sólo cuerpo?

¡Almas, son almas! Salvadas o perdidas, descarriadas o mudas, soslayadas por los rayos X, invisibles del todo, opacas al ojo clínico, ocultas por la coquetería...