domingo, 16 de enero de 2011

Argumentum ad baculum

Las falacias son un tipo de argumentación incorrecta. Si consideramos todas las formas de razonamiento que no se sostienen algunas son evidentes, pero otras tienen un aire de plausibilidad que pueden confundir al que no está atento. Éstas, que podriamos decir que son "psicologicamente" persuasivas, reciben el nombre de "falacias".
Hay muchas clases de falacias, algunos lógicos registraron más de cien, y el libro que mencionamos en otra entrada de este blog (Julian Baggini, "¿Se creen que somos tontos?") trae exactamente cien. Nuestro autor de referencia (Irving M. Copi) menciona las más habituales, a las que suele ponerse un nombre en latín para identificarlas mejor.
Veamos una de ellas (que también se pueden identificar en algunas de las entradas que dedicamos a este tema):

Argumentum ad baculum, o Apelación a la fuerza.
Cuando, para convencer de la verdad de una argumentación se apela a la amenaza o la intimidación. Aquello de que "Dios castigará a ..." si se usa para fundar un razonamiento, evidentemente es un uso falaz del tipo que mencionamos.
Es muy habitual en las discusiones de toda clase. Cuando escuchamos algo así: "¡Pero, se da cuenta de las consecuencias que tendría para Ud..." es posible que una sutil, o no tanta, forma de intimidación se desliza en lo que aparentemente puede ser una reflexión puramente neutral.
Veamos un ejemplo que trae el citado Copi:

"Por supuesto que existe Papá Noel. Pero no les lleva regalos a los niños que no creen en él." 

sábado, 15 de enero de 2011

Wikipedia y "buenismo"

¿Somos buenos o malos por naturaleza? Sobre este problema se cita el “buenismo” de Rousseau, que tal vez inspirara el “optimimismo antropológico” de nuestro –ya no tan jovial- presidente don José Rodríguez Zapatero, y cuyas tesis (las del suizo) sostienen algunas de las posiciones más caras al marxismo clásico. "To er mundo eh güeno" -como dicen o suponen con cachaza algunos sabios y arcaicos gaditanos. El hombre sería igualitario y compasivo por naturaleza, y sería la propiedad privada y la “cultura” quien lo corrompería, según Jean Jacques, que con las mujeres... de igualitario, cero, machista contumaz.

El "buenismo" no se sostiene a la luz de lo que nos dicen los etólogos, los psicólogos y los antropólogos que estudian hoy sin anteojeras ideológicas el comportamiento humano. No hay que tener un doctorado en antropología para ver que tenemos colmillos cuya función es desgarrar carne o carroña, o sea, que somos depredadores con capacidad para matar y devorar a otros seres vivos, incluidos los de la propia especie si el hambre es demasiado horrorosa; no hay que ser malintencionado ni malicioso para saber que el amor propio es más primitivo que el altruismo, que el antagonismo y la competencia son, al menos, tan genuinos como la compasión y la cooperación.

Al cachorro humano le asusta instintivamente la voz grave del padre; el adolescente no respeta a quien no teme, la vergüenza le puede más que el conocimiento. Los niños y los adolescentes tienden a ser irremediablemente sexistas, a valorar la fuerza, la prepotencia, el canallismo y la guapura, por encima de la sensibilidad, la generosidad, la inteligencia o la excelencia moral. Es posible que no sea más que una reminiscencia de cuando el músculo era más rentable, desde el punto de vista de la supervivencia, que la complejidad de la sesera, un atavismo éticamente impertinente. Pero pesa, ¡cuánto pesa! Los instintos lastran a veces la educación y el conocimiento. Sin embargo no hay que preferirlos ni dejarse deslumbrar por su vigor primitivo, como hizo cierto vitalismo nietzscheano o neodarwiniano, porque es la educación, la contención y la represión, la que nos saca del machismo y de la bárbara brutalidad. Son los premios y los castigos, así como la imitación, los que fundamentalmente educan. Ya lo sabía Gracián: el humano se redime de bestia cultivándose, y sólo la cultura puede hacernos personas.

Tampoco apuesto por que adoptemos posiciones pesimistas o misántropas, según los tópicos al uso: “El hombre es un lobo para el hombre”, “piensa mal y acertarás”, “cada cual arrima el ascua a su sardina”, etc. La naturaleza humana en sí misma, como el agua de lluvia, no es ni buena ni mala, depende de la dosis, de los espacios y tiempos, de la canalización, de la oportunidad, de su armónica coordinación con las exigencias culturales y civilizatorias. El agua puede provocar inundaciones o fertilizar campos. Se espera de nosotros que nos comportemos “naturalmente”, sólo porque los hábitos adquiridos nos visten y se nos convierten en una “segunda naturaleza”, pero esos hábitos pueden ser virtuosos o viciosos: buenas o malas costumbres.

Un caso sobresaliente es el de la Wikipedia, la enciclopedia fundada en 2001 por Jimmy Wales (n. 1966) y Larry Sanger (n. 1968, doctor en filosofía). El sociólogo Christian Stegbauer se ha preguntado lo que nos preguntamos muchos: por qué miles de autores dedican sus liberales ocios a escribir artículos -yo mismo- sin que más tarde figure su nombre en ellos, y todo ello bajo riesgo de que otro borre sus esfuerzos con un 'clic'. ¿No se trata de una muestra extraordinaria de la capacidad cooperativa, un exponente del altruismo de los seres humanos, del gusto que hallan en compartir conocimientos, en participar en un proyecto comunitario? Es el “Enigma de la cooperación” (título de la obra de Stegbauer).

Pero el motor de los wikipedianos parece tener un componente tan creativo como expropiador, robinhudiano: “reunir el conocimiento de la humanidad más allá de los derechos de autor…”. El colaborador de la enciclopedia más consultada del mundo, la Wikipedia, no renuncia por completo a la fama, al narcisismo del amor propio, sólo que busca más el prestigio dentro de la comunidad que fuera de ella...

Sin embargo, la idea de una comunidad igualitaria del conocimiento, de una democracia del conocimiento, es un mito. Para empezar, se impone una selección importante. Sólo el que sabe leer y escribir y tiene acceso a la Red puede colaborar en la Wikipedia, lo cual elimina a más de la mitad de la humanidad. Pero, además, el conocimiento enciclopédico, superior, así como la sensibilidad para el bel canto, es un fenómeno aristocrático, en el sentido etimológico, por supuesto (de aristón: el mejor), no en el sentido clasista. Las funciones apelativa y expresiva del lenguaje son más primitivas que la función representativa o lógica, que prima en la redacción de artículos. Puede que el mejor para el conocimiento no sea precisamente rico, y seguro que tiene pocas ambiciones políticas y tal vez carezca de dotes de mando, pero pertenece a una minoría selecta, la de los que tienen aptitudes para la alta matemática, la narración histórica, la investigación empírica, o el ensayo especializado; y muchos menos son los que, teniendo aptitudes, hallan motivación suficiente para dedicarse en cuerpo y alma a estos trabajos tan poco retribuidos y tan exigentes. Puede que la ciencia se haga hoy en equipos que requieran costosos medios y sofisticados laboratorios, pero esos equipos representan ya élites de conocimiento, y dentro de ellos hay también jerarquías, por supuesto, y líderes, claro está.

De hecho, la leyenda de una Wikipedia participativa e igualitaria no es cierta, ya que se conformó un “dominio de administradores”, un pequeño círculo de colaboradores aprobados por su compromiso y que recibieron “derechos especiales” de la comunidad. Bien está si ello evita que en la primera enciclopedia virtual, gratuita y global, se digan demasiadas tonterías, de las que nunca estaremos por completo a salvo…

miércoles, 12 de enero de 2011

Transparencia


Transparencia carnal. Consistencia ósea. Oseoerotismo. De eso va este artículo.

Baudrillard afirma (De la seducción) que el porno hace al sexo hiperreal, pero que carece por completo de seducción. El exceso de realidad asesina todos los fantasmas eróticos. No le falta razón, una representación instantánea y exacerbada acaba con el encanto del velar y desvelar. El zoom anatómico nos pone tan delante del sexo, bocas, genitales, pechos, anos, que la piel y la carne excitan o irritan sin conmover. Sin perspectiva, se pierde ilusión, imaginación: lo fantástico e interesante de la sexualidad humana, lo genuino y futurista.

Muchas veces, el porno profesional ni siquiera resulta obsceno. La obscenidad debe tener un contenido de transgresión, de provocación, de perversión. Lo obsceno juega con la represión. Sin represión, sin contención, el sexo pierde carácter, como las personas.

La desublimación represiva (Marcuse) nos conmina al goce. El imperativo categórico es: goza infinitamente. Por supuesto, como el imperativo kantiano, el imperativo hedonista (de un hedonismo grosero) resulta del todo irrealizable, al menos para el sexo masculino. El sexo femenino puede simularlo indefinidamente, pero la erección jamás es segura, y no puede mantenerse indefinidamente. ¿Acaba la “liberación sexual” -o el triunfo mítico de la liberación sexual- con la obscenidad y sus cantos de sirena? Puede. Entonces el sexo se mecaniza, se rutiniza, necesita de prótesis, busca alicientes en las tiendas… ¡Perfecto para el mercado del sexo! Mejora el consumo, mejora la producción, podemos cobrar más impuestos, para construir más carreteras, y todos felices.

El porno es la síntesis artificial –sentencia el francés-: “es el festival, pero no la fiesta”.

Pero la obscenidad no ha desaparecido, frente a la antigua obscenidad se impone una nueva, podríamos llamarle la obscenidad de la transparencia. Sufro pensando que hubo otra espiritual, juanramoniana, poética. A través de su medio preferido, la televisión, la obscenidad de la transparencia deja contemplar cómo interactúan sexualmente los famosos -a veces, se hacen famosos simplemente porque interactúan sexualmente ante las cámaras-, y cómo se resienten después de haber interactuado, cómo se injurian y se difaman recíprocamente.

Baudrillard afirma que toda nuestra cultura del cuerpo, que toda la estereofonía multimedia del deseo, es de una monstruosidad y obscenidad irremediables.

Ya no se dice: “Tienes un alma y hay que salvarla”, pero las imposiciones no han cesado, ni siquiera han disminuido. Ahora se dice: “Tienes un sexo, y debes usarlo”, “tienes un inconsciente y ello debe hablar”, “tienes un cuerpo y debes gozar de él”, “tienes una libido y has de gastarla”.

Pero, por qué quedarse en lo epidérmico o en lo epitelial o en lo muscular... El cuerpo es algo más que piel, es también huesos. "¡Lo que haría por tus huesos!" o "¡lo que saben tus huesos!" He oído yo como exageración o como piropo (dedicado a otras).

Aunque la piel se vea lustrosa y joven, libre de arrugas gracias a prodigiosos y milagrosos potingues y cosméticos, podemos también penetrar eróticamente más adentro, dejar atrás vainas, membranas, glándulas, orificios, incluso médulas que han gloriosamente ardido… hasta quedarnos con la esencia ósea, nívea, deslumbrante en su blancura cálcica, que configura mejor que nada la silueta, la figura, el movimiento. Podemos descorrer los últimos visillos de la carne para hacer transparente lo último que se pierde y desbarata: los huesos.

Esta es la idea del Calendario Pin-Up que ha editado una empresa que se dedica a la fabricación de equipos para diagnósticos clínicos. El calendario muestra casi lo que promete, a chicas que lo enseñan todo, del todo… No deja de tener su gracia macabra, incluso un pelín romántica. Fin de la seducción o una seducción diferente. Pero, aunque vistamos esos huesos de curvas delicadas, ¿de verdad las chicas son sólo cuerpo?

¡Almas, son almas! Salvadas o perdidas, descarriadas o mudas, soslayadas por los rayos X, invisibles del todo, opacas al ojo clínico, ocultas por la coquetería...

jueves, 6 de enero de 2011

Cuando ... 10

Tony Blair dijo, durante su mandato: "Si queremos detener la industria de defensa de este país, podemos hacerlo. El resultado será que otros suministrarán las armas que nosotros suministramos".
Un razonamiento "impecable" que un libro de reciente aparición contiene para mostrar las falacias que se usan, cuando se justifica una política, hasta en el más alto nivel.
¿Cómo podemos demostrar que éste razonamiento es falaz?
Julian Baggini compone un argumento similar, pero absurdo: "... imagínate que un grupo de amigos tuyos planean matar a alguien y no los puedes disuadir ¿Significa eso que si te ofrecieras voluntario para el asesinato estarías libre de culpa, porque alguien iba a apretar el gatillo de todas formas?".

Para conocer "100 formas de detectar las falacias" en políticos de todo pelaje y mensajes variados de los medios de comunicación, nuestra propuesta para este enero del 2011 es, sin duda, este libro:
Julian Baggini, "¿Se creen que somos tontos?", Paidós, Barcelona, 2010. 
Nota: Nos parece mucho más sugestivo el nombre original "The Duck that Won de Lottery, and 99 Other Bad Arguments".

lunes, 3 de enero de 2011

Toy story 3

Un buen guión hace buena a una película.
Un buen guión está hecho de ideas, no de "efectos especiales" ni de sexo y violencia tan espectaculares como gratuitos...
Ingenio, inventiva, ¡ideas! Las ideas son las que hacen buenos a los medios. Y los ideales a las ideas. Un guión para ser bueno debe ser verosímil, debe conmover y ser, en un sentido muy general, edificante, constructivo.
No podemos absorbernos y distraernos con una ficción si no es creíble, si no refiere a lo que puede pasarnos y si no resulta internamente congruente.
Es cierto que en ella misma pasan cosas, pero eso que producimos en el teatro o en el arte ha de poder tener una explicación y una justificación para no ser un simple juego ocioso o un pasatiempo estéril. Cualquier cosa, por muy expresiva o elaborada técnicamente que sea, no puede ser arte.
Sí lo es Toy Story 3 (Leo Unkrich, 2010), algo más que un entretenimiento para niños. No es casual que se haya convertido en la película de animación más taquillera de la historia.
Sobre el telón de fondo de la preparación del humano Andy para la universidad, los juguetes, olvidados, se preocupan por su incierto futuro... La donación a la guardería (Sunnyside) parece una buena solución, pero allí acabarán descubriendo que manda un oso de peluche resentido (Lotso), que usa por esbirro la fuerza de un gran y terrorífico bebé mutilado...
Oír a Barbie sentar cátedra de sociología política, mientras se involucra junto a su narcisista pareja Ken, en una trepidante acción liberadora, ¡y poder creérselo! no deja de ser tan novedoso como extraordinario.
Y es que las cosas no son lo que parecen ser. El simulacro del arte nos devuelve a la realidad de los seres. La Barbie de Toy story 3 me recuerda mi viejo manual de M. Duverger (Sociología de la política, Ariel, Barcelona, 1975): la distinción entre autoridad legal-racional y despotismo autoritario o legitimidad carismática... Sunnyside, la guardería, no es un paraíso para los juguetes y muñecas, sino una prisión controlada por un tirano vengativo. Y los infantes pequeñitos no son sólo angelitos, sino también crueles torturadores hiperactivos, alternativa que se nos ofrece a cada uno de nosotros.
Buzz (el viajero estelar, uno de los buenos) es reprogramado (lavado de cerebro) y luego adopta una curiosa personalidad donjuanesca, latina... No falta suspense cuando los protagonistas están a punto de ser devorados por una incineradora o son traicionados por el malvado Oso de Peluche (Lotso). Tampoco falta un happy end, en que triunfa la gratitud y el reconocimiento por los servicios infantiles prestados.
Y la historia no deja de tener su moraleja. Los juguetes, humanizados, personalizados, no pueden ser tratados como meros instrumentos, merecen ser conservados dignamente.
El mundo -ya lo decía Platón- es un cuerpo animado (soma empsychôn).

sábado, 1 de enero de 2011

Iconos feministas


La corresponsal en Nueva York Mercedes Gallego considera el famoso icono de la foto un símbolo frustrado: "sueños de independencia que explotan como pompas de jabón. En los tiempos que corren, ni los símbolos son inmunes a la crisis" ("Símbolos frustrados", IDEAL 31-XII-10).
El motivo de su artículo es la muerte de Geraldine Doyle, la remachadora en quien se inspiró el fotógrafo Howard Miller para crear un icono con el que incentivó a millones de mujeres a que trabajaran produciendo tanques, armas, bombarderos y municiones contra el tercer Reich.
Geraldine no echó en la fábrica ni dos semanas de laburo. En 1942 tenía 17 años y acababa de terminar el instituto. Mientras Miller la recreaba sacando músculo, ella sólo pensaba en evitar que una fractura le impidiera tocar el chelo. Pero no continuó sus estudios, se enamoró de un aprendiz de dentista y le ayudó a montar su clínica mientras criaba seis hijos. A su muerte, deja 18 nietos y 25 bisnietos.
Hay mujeres que piensan que el amor maternal es una creación cultural y que eso de dejar 25 bisnietos no muestra éxito personal alguno. Más verosímil es que la "revolución feminista" haya dado gato por liebre cuando la mujer da carreras entre el desayuno de los niños y la oficina, la colada y el portafolios, dividida entre lo profesional y lo maternal, todo por menos sueldo que los hombres, o por cero sueldo, y sin tocar las tetas del poder salvo que se esté dispuesta a sacrificar del todo la feminidad.
El icono acabó representando a la mujer que conquistaba el control de su destino, y fue retomado en los años ochenta por el feminismo que podríamos llamar contemporáneo.
No creo que se trate de un símbolo frustrado. Primero, porque los símbolos no sacan su fuerza sólo de su significante, sino del vínculo sentimental que consiguen alimentar entre quienes los usan intencional y socialmente. No de otro modo se entiende que la cruz -instrumento romano de tortura- acabara significando tanto (el amor divino) para tantos. Y segundo, porque no es cierto que la revolución feminista haya fracasado. Pasa lo mismo con el comunismo o con el cristianismo, si bien han de ser aparcados como sistemas totalitarios o ideas únicas en la sociedad plural y global, no han pasado sin dejar una impronta de la que se siguen nutriendo nuestras éticas y nuestras sociedades del bienestar.
Mis hijas, sin ir más lejos, pueden elegir, algo que no pudieron hacer tan fácilmente ni sus madres ni mucho menos sus abuelas. Puede que la "revolución feminista" tenga que ser completada y hasta corregida, pero nuestra sensibilidad -también masculina- se alimentará ya en el futuro de sus denuncias y descubrimientos.