Mariano Fortuny. Batalla de Wad-Rass (1860), en la que venció un ejército español formado en gran parte por soldados catalanes bajo el mando del competente general Juan Prim y Prats. |
Desde aquí nuestro sincero agradecimiento a don Artur Mas i Gavarró por perdonarnos la vida a los españoles en su simpático discurso de Navidad. Gracias por manifestar con mojiganga incluida que, cuando Cataluña sea por fin independiente y se pueda construir esa Arcadia feliz con la que sueñan los catalanes puros y que el imperialismo español estranguló tantas veces, no nos declarará la guerra y podremos llegar a ser buenos aliados.
Sin embargo, mucho me temo que nada será ya igual, y eso, aunque Arturo acabe en chirona, que pasar puede, y ya sucedió en el pasado con otro presidente de la Generalitat, como ha recordado y advertido el socialista Benegas. Pero aunque todo este secesionismo de ricos venidos a menos quede en agua de borrajas, el daño ya está hecho. La desconfianza, servida. El rolliqueo del victimismo y el "España nos roba" se han impuesto, porque una mentira muy repetida acaba pareciendo verdad, y porque siempre es más fácil echarle la culpa a otros que reconocer la responsabilidad propia. Además, el rolliqueo y el patrioterismo cerril resultan ideales para encubrir los trinques y miserias de "los nuestros" con el odio a "los otros". Nada une más al gran rebaño que el odio compartido. "¡Vivan las cadenas!". Miedo a la libertad, no libertad, es lo que han sembrado los nacionalismos periféricos con la aquiescencia de todos los que han creído que sentirse español era proclamarse facha. Nada tranquiliza más al asustado por la crisis que el olor a establo. Cuando en los complejos sentimentales son Soberbia, Resentimiento y Miedo los que se imponen en el alma, triunfa sin remedio el fanatismo y la intolerancia.