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Sinesio de Rodas vació el Paraíso de ángeles para poblar con ellos el mundo terrenal. Ya el autocastrado Orígenes había exagerado la importancia de estos entes alados y Clemente de Alejandría habíar reconocido por primera vez la existencia del Ángel de la guarda ("dulce compañía, etc.").
Angelólogos exuberantes y maniáticos fueron los herejes gnósticos que pintaron a estas criaturas intermedias con tintes trágicos, haciéndoles responsables de los horrores que la humanidad padece.
Por el contrario, los ángeles de Sinesio, ángeles del azar, tejen con sus veloces y misteriosas interacciones el tapiz de la historia, porque transportan volando lo mismo recuerdos que voliciones, lo mismo vivencias que ideas.