Malpolon monspessulanus |
Vestía la sabia Virtelia, educadora en buenos costumbres, cándidos armiños y rayos de aurora anidaban en sus cabellos. Miraba con buenos ojos, siempre con boca risueña. Por mucha que fuera su justa indignación, jamás mostraba dientes ni levantaba la voz a sus enemigos, los vicios.
A una madre que mucho salía y gastaba, y mucho se divertía, pero luchaba por enderezar la conducta de su díscola hija, contó Virtelia lo que sucedió a la culebra con su culebrilla, que, viéndola andar torcida, se le enfrentó riñéndola a gritos y mandole andar derecha:
- Madre mía -respondió la hija- enséñame tú a proceder. Tengo que ver cómo caminas.
Probó la madre y viéndose que andaba más torcida que la hija, ésta replicó:
- En verdad, madre, que si las mías son vueltas, ¡las tuyas son revueltas!.
La voluntad mueve, el ejemplo arrastra.
(Paráfrasis a partir de El Criticón II, de Gracián)