
No son necesarias las tres dimensiones; el corazón humano las posee infinitas, infinitos matices en espíritus animados, relaciones problemáticas, soluciones posibles y sencillas.
Cuatro personajes castigados por la vida acaban aprendiendo a convivir, acaban enseñándose a quererse hasta formar una especie insólita de familia reestructurada: la anoréxica Camille, el divertido mimo de Amélie (Audrey Tautou); Franck, un cocinero castigado por la vida y tierno, que se las da de duro; Philibert, un descendiente de la más rancia y católica aristocracia, enamorado del teatro y con problemas de tartamudez; y Paulette, la abuela de Franck, divertida y frágil.
El melodrama no empalaga, en absoluto; y prueba cómo se puede hacer un cine encantador y decente, entretenido y edificante, con mimbres sencillos: un lenguaje digno y actores excelentes.
La elección de la música resulta ecléctica y sabia, popular y clásica.
¡Plausible! (de plauso: aplaudo).