martes, 24 de octubre de 2023

POLVOS DE CERTEZA



Cuenta Cunqueiro que en tiempos del Califa de Bagdad sus mejores pilotos persas navegaban hasta una isla secreta en la que hallaban peculiar fonda y botica maravillosa. El despacho estaba a cargo de una curandera de edad indeterminable y cabellos blancos, abundantes y rizados.

La dueña de aquel establecimiento conocía los idiomas de treinta y dos Vientos, tantos como puntos de su Rosa, pues cada viento habla un lenguaje diferente, muchos con las raíces milenarias de las lenguas humanas: indoeuropeo, germánico, ugrofinés, semítico, quechua, chinés, etc.; sin embargo, otros Aires más liberales inventan idiomas propios, nacidos de sus impulsos violentos, su curiosidad o su necesidad de cariño y contacto. Es el caso del viento norte-nordeste que parece batido por torcaces que vuelan asustadas y remotas; o del vendaval sur-sureste, que chilla con gritos de gavilanes hambrientos y buitres apesadumbrados y, lo peor, arrastra siempre arena, nunca agua.

La Leche de Sirena, usada por los jeques galanes para procurarse sueños lascivos o "de bulto" (con ilusiones táctiles) procedía de esa botica cuya ubicación sólo conocían unos pocos. 

También se cuenta que la anciana proporcionó "polvo de certeza" a cambio de tímpanos jóvenes o córneas sanas, y que de aquellos polvos vinieron estos lodos porque usaron dichos polvos para dictar bulas algunos papas y - lo cual es muy inquietante -, hasta líderes carismáticos, caudillos y antipapas.

miércoles, 11 de octubre de 2023

HAZ QUE LA MISMA HORA NOS LLEVE

 

Rembrandt. Jupiter y Mercurio en la casa de Philemon y Baucis.

Filemón y Baucis eran un matrimonio mayor y bien avenido. Se habían unido en los años de su juventud y figuran como un buen ejemplo pagano de fidelidad y hospitalidad. Pues sucedió que dos dioses, Zeus y Hermes, transformados en mendigos (a saber por qué, tal vez por aburrimiento) se presentaron en la ciudad de Frigia en mitad de una terrible tormenta. Pidieron cobijo y sólo Baucis y Filemón les acogieron en su humilde cabaña sirviéndoles comida y vino.

Los forasteros bebían, pero los cónyuges veían que sus copas no se vaciaban. Sorprendidos, les ofrecieron como complemento gastronómico un ganso, el único animal del que la pareja disponía. Pero el ave corrió a las rodillas de Zeus que amablemente rechazó su sacrificio.

Tras la frugal cena, Zeus, agradecido, les advirtió que destruiría la ciudad y les animó a echarse al monte. Desde las alturas, Filemón y Baucis contemplaron la inundación que destruyó Frigia. El dios salvó su cabaña que más tarde se convirtió en templo.

Al final del maravilloso (y vengativo) suceso, Zeus les preguntó cuál era su mayor deseo, dispuesto a convertirlo en seguida en realidad. El rey de los dioses antiguos (esto sucedió antes del Ché y de Maradona) escuchó esta respuesta: "Auferat hora duos eadem", es decir: "Haz que la misma hora nos lleve", pues todavía se amaban con un tierno amor.

***

Rembrandt pintó el encuentro de los dioses con la pareja. Charles Gounod compuso una ópera con libreto de Jules Barbier y Michel Carré, que se basaron en el relato de La Fontaine, que a su vez se inspiró en el libro VIII de Las Metamorfosis de Ovidio. Por último, Vintila Horia recogió la historia en su novela histórica Dios ha nacido en el exilio, libro homenaje a Ovidio, que compartió la suerte del autor (rumano exiliado) cuando fue deportado por Augusto a la remota ciudad de Tomis, en la cosa rumana del Mar Negro.