viernes, 17 de diciembre de 2021

LA CÓPULA


Cópula de Exosoma lusitanicum en un gamón.
Sierra Morena (Andújar), 8 mayo 2010

Para Fran (Lycofrán) y Jesús Zamora Bonilla

Mojiganga metafísica

Cuando le dijeron que según Frege, un gran lógico del siglo XX, los filósofos habían divinizado la cópula, Benito era todavía joven y fogoso, por eso le pareció maravilloso y oportuno que aquellos tipos que lo pensaban todo (¿o es que pensaban el todo?) hubieran convertido en éxtasis celestial o apoteosis el acto amoroso, de acople o unión, entre un varón y una mujer, un macho y una hembra.

Se llevó una gran desilusión cuando se percató de que esa "cópula" era la del verbo "ser" en expresiones como "el pájaro es un colorín" o "la lluvia no es espuma". Al parecer, "ser" adquiere otro valor, un carácter existencial, absoluto, en expresiones como "Cristina es", que significaría "Cristina existe o es un hecho del mundo". 


Cópula chinchosa en una ortiga, marzo 2007, Cerros de Úbeda

Nadie va por ahí preguntándole a Cristina si es o existe, incluso si -Dios no lo quiera-, la pobre hubiese fallecido, nadie preguntaría: "¿es todavía Cristina?". Por lo visto, que eso no lo digan los mortales ordinarios o comunes no les importa demasiado a los filósofos, gente poco corriente e incluso solitaria, pues ellos están más pendientes de lo que se puede o podría decirse, que de lo que realmente se habla. Uno de ellos, Lycofrán, al que Benito conoció bebiendo vino en una taberna de Córdoba, le dijo que eso es porque los filósofos están más pendientes de la Lengua o Lógos, que del habla corriente y moliente.

El mismo Lycofrán le explicó que las cuestiones sobre el ser de la cópula o los problemas de la cópula que significa existir son cuestiones "ontológicas", o sea, metafísicas, y que un tal Quine, muy famoso entre las raras gentes del gremio, había sentenciado que las cuestiones científicas y las ontológicas son continuas, de suerte que la divisoria entre las mismas es sólo gradual y fluctuante, que todo depende del "marco conceptual" y que lo metafísico tiene más bien que ver con la práxis (el nombre que ellos dan a la práctica) y hasta con la moral, que con la teoría pura y dura.


Boceto del autor para el cartel del XIII Congreso
de la Asociación Andaluza de Filosofía (Úbeda 2021)


Benito le dijo a Lycofrán que, desde luego, a nadie se le ocurre ir diciendo por ahí "el zapato es" o "el zapato existe", ni siquiera "España no es", aunque muchos preferirían que no existiese. Por lo tanto, aquellas discusiones sobre "la cópula" le parecieron a Benito tan bizantinas como ociosas. A pesar de lo cual siguió frecuentando a Lycofrán porque era un vasco muy majo y sabía explicar el sentido de sus ideas. Por él se enteró de que había existido toda una escuela filosófica llamada "neopositivismo" que pensaba eso mismo: que los problemas de la existencia, a los que señalaba como "problemas metafísicos" porque no trataban de hechos físicos y positivos (únicos de los que se ocupaba la verdadera ciencia), eran falsos problemas y que por eso mismo no podían resolverse, sino sólo disolverse. Ese "disolver los problemas relativos al ser y al existir" era como sacar a un moscardón zumbón de una botella. Se hacía mediante un análisis riguroso del lenguaje. 

Sin embargo, a Benito no le pareció bien que la existencia tendiera a disolverse, ni siquiera de una manera, digamos, puramente teórica o analítica. Negar la existencia de algo a lo que hemos dado nombre, por ejemplo cuando decimos "los vampiros no existen" o "las sirenas tampoco existen" o, peor: "los ángeles no existen", ya le parecía a Benito un poco tonto y no sólo porque su madre le había hecho rezar muchas veces al Ángel de la guarda. ¿Y la sirena de La sirenita? ¿No existe, o es, de alguna manera, la sirenita, al menos no es real como personaje de ficción?


Cópula de Otitidae, 15 mayo 2008.

Pero imagínate al jefe de los camareros que llaman metre, que en lugar de decirte "no hay perdiz escabechada" (a Benito le volvía loco la perdiz en escabeche, esa carne de presa volátil en antiquísima salsa conservante)..., imagina que el metre te dice: "no existe perdiz escabechada". Tal metre o no sabría lo que registraba su carta o era un impostor, ignorante por completo de la cinegética y la cocina tradicional manchega.

En cierto sentido, y aunque Benito renunció a graduarse como metafísico (lo suyo era el campo y la caza), le gustó saber que había filósofos dispuestos a reconocerle sentido a preguntas como "¿son, en realidad, los números?" o "¿existe el síndrome de colon irritable?" o "¿son reales los megavatios que carga en su factura la compañía eléctrica?" o "¿puede ser una discriminación positiva?", etc.

Y a veces se pregunta si cuando alguien asevera que "los vampiros no existen", no será porque son criaturas nocturnas y se guardan mucho de ser vistas, o porque no han sorprendido todavía a ninguno, o ninguna, que las hay hembras, buscándole la yugular, o porque los ingenieros no los han diseñado todavía con inteligencia artificial, o porque los que salen en las películas no son de verdad vampiros y sólo simulan serlo por razones del guion... 

Benito le ha dado mucho al coco pensando sobre esto de la cópula y del ser de unas cosas y otras cosas que ni siquiera parecen cosas, de las cosas que son y de las que parecen ser. Lycofrán le explicó qué era una conjetura y él solo, antes o después de la siesta, se ha formulado algunas conjeturas y ha llegado desde ellas, razonando en la siesta, a alguna conclusión. No está seguro de si esta conclusión será "ontológica" o "metafísica", pero ha llegado a la convicción de que, existan de verdad o de mentirijilla, o en el pasado como los dinosaurios, o en el presente como el ronquido de su abuelo, o en futuro como el robot con sentimientos, todas las cosas que nombramos, de algún modo, existen y son

miércoles, 8 de diciembre de 2021

MIRADA DE OTRO

Madreselva, vista por el otro. Foto JBL, otoño 2021

"...Véante mis ojos
pues eres lumbre de ellos
y sólo para ti quiero tenerlos"

Juan de la Cruz. Cántico espiritual.

El sol se pone, los gatos miran curiosos, Ibrahim tiende su esterilla junto al laurel. Un escuadrón de rabilargos revolotean y buscan los últimos rayos del sol que se oculta detrás del horizonte. 

Ibrahim es de esos que no se fían al principio, pero sí cuando descubren la buena intención del otro. Entonces desabrochan su corazón grande y amistoso. 

Nada más irse el sol una fría brisa enciende el sonajero seminal del ailanto. La temperatura cae tan rápido que uno puede ver moverse el mercurio en el termómetro. El gato más feo (ñarim cani) busca las entrañas calientes del pathfinder, el todoterreno verde oliva, y una docena de pájaros discuten por la percha dormitorio en el zarzal de abajo, más allá de la huerta. 

Si agudizas el oído, sientes el sonido del agua en la fuente, como un bajo continuo de la grave voz con que Ibrahim canta sus oraciones. Pero estas no se elevan, más bien ruedan por tierra.

Ladra un perro a lo lejos, en aquel cortijo blanco donde un rayó mató al mulo que cabalgaba el casero, dejando a este intacto. Eso cuentan. Detrás, las aguas del pantano, el gran charco del Giribaile, los restos de viejos apriscos cavernarios y castros feudales, y más allá las oscuras cuestas y crestas de Sierra Morena. Maúlla un gato cerca del algarrobo con el  gemido de un nene.

Miro estas maravillas comunes, corrientes, con total desapego, como un dios que contempla las evoluciones imprevistas de sus criaturas, ¡pero no soy un dios! Tal vez actúe como un ojo suyo, alentando como un instrumento emanado de él, como su tentáculo, criatura sensible conectada a su centro. 

Miro el matorral de madreselvas y rosas caninas. Ahora las veo de otra manera. Sí, es el otro el que mira. El otro que es silencio, tiempo, espacio y misterio. Le he interpelado en otras ocasiones, pero nunca contesta, sólo me obliga, a veces, a mirar las cosas de otro modo. Puede que Él también hable las lenguas de todos y que por eso calle. También nos ve con la mirada de otros, sin embargo nuestros ojos no están hechos para verlo.