miércoles, 25 de noviembre de 2020

TARRO DE ESENCIA


FRASCO DE ESENCIA

Los buenos perfumes se venden en tarros pequeños. Carolina Donaire, excelente actriz añosa, se regodeaba con esa idea, pues era menuda pero encantadora, de grave voz y con carácter; como su perrillo, un cavalier king charles spaniel con pedigrí, que había costado una pasta.
Temeraria en el tocador, la actriz acercó el carísimo tarro de  perfume que su "dernier partenaire" le regalase al hocico de su Lacasín (nombre de su spaniel, perrillo con pedigrí). 

Lacasín retrocedió asustado y hasta ladró a Carolina como expresión de reproche.

–¡Perro miserable! -exclamó Carolina-. ¡Si te hubiera ofrecido un paquete de caca, lo hubieras husmeado con delicia y hasta la habrías probado! 

¡Ay, lo mismo que el público, al que no hay que presentar delicadas esencias dramáticas, sino basuras cuidadosamente escogidas!

domingo, 22 de noviembre de 2020

LA CABALGATA ZOMBI


Relato de Jálogüin

La caravana del Día del Orgullo Zombi serpenteaba por la avenida principal de Metrópoli. Las primeras carrozas ocupadas por Libertos o Espíritus libres, luego la tropa de esclavos de encantadoras y siervos de brujos, por último los llamados zombis involuntarios, que debían su condición al mordisco cariñoso o feroz de zombis consagrados. 

Los infectados por otros, bien a la fuerza o con engaños, también llamados zombis disidentes o pseudo-zombis (porque se resistían a perder del todo la conciencia, ¡ese pesado fardo!), no hallaban razones suficientes para celebrar el Día del Orgullo Zombi, aunque sí razones necesarias ya que, debido a su estatuto de discapacitados funcionales, se hacían pagar su participación en el desfile y obtenían pingües rentas vía donaciones solidarias o subvenciones públicas, con las que muchos costeaban sus adicciones, sobre todo a opiáceos de farmacéuticas famosas. 

Los disidentes aprovechaban el evento para reclamar más clínicas de rehabilitación y cuidadores pagados por el Estado, o sea por los contribuyentes, pero sus pancartas estaban escritas en urdu -no sabemos por qué- así que pocos las entendían aunque ilustraban sudarios muy coloristas.
La cabalgata o cara-vana además de vacilar daba bandazos insegura, titubeaba, en parte porque muchos de los pilotos de las carrozas eran ciegos o iban ciegos, por eso acabó rebosando del itinerario programado, salió de la ciudad y tomó la autopista en dirección contraria a la de la circulación normal. 

Se produjeron numerosas colisiones y tremendos atropellos, sobre todo de peones zombis. Alfiles, reyes, reinas y roques de zombis disfrutaban el destrozo desde lo alto, pero no importaba demasiado porque los zombis sangran poco, no están ni vivos ni muertos y porque muchos son pertinaces resucitantes (ni tres días descansan en la tumba) y ni siquiera mueren ya electrocutados.

Los medios de comunicación no daban a basto. Las fuerzas de seguridad, tampoco. Los protocolos de "empleo de fuerza proporcionada" no eran precisos y muchos agentes dudaban si usar o no usar los desintegradores. Fuera porque no se decidieron a emplearlos o porque no apuntaron bien al bulto de huesos y carnes rancias o porque las armas automáticas no les funcionaron, muchos acabaron mordidos y contagiados.

A la mañana siguiente pocos sabían qué carrozas escoltarían en la Cabalgata del Orgullo Zombi del próximo año. Aunque sin ojos ni lengua, ¡yo espero ir con los Libertos, en las primeras y más regias, terroríficas y obscuras carrozas! Me quedan casi todos los dientes. Si consigo morder mucho y mi dueña cumple lo que me ha prometido, desfilaré orgulloso entre los más y mejor consagrados.