lunes, 2 de mayo de 2011

Endogamia universitaria


¿Se acuerdan del cuento de Andersen? Sólo la inocencia se atreve a denunciar que el rey desfila desnudo. El niño señala al rey: "va desnudo". ¿Por qué callan todos los demás? Por miedo. O porque tienen parte en el gran fraude, por interés. Puede que el rey haya colocado a una de sus hijas, o a un sobrino, o a un amigo, en el taller de ropas imaginarias, donde no se hacen trajes reales pero se habla mucho de los trajes virtuales; esto es, se elogian mucho, sobre todo, los trajes que no se hacen. El taller de las ropas imaginarias ha tomado el tamaño de un holding colosal que se financia con los impuestos que paga la mayoría pechera. Lleva generaciones fabricando ropa imaginaria y se accede a él por afinidad sanguínea o política. Como los tertulianos hablan mucho de ética cuando se han perdido las buenas costumbres; y como el tema del fútbol suele gastar más recursos y energías, con Mou et al. que la práctica real del deporte, también aquí los pedagogos hablan mucho de educación, pero no educan; los profesores universitarios producen muchos artículos, que nadie lee...

Si alguien denuncia el gran fraude, si alguien denuncia la endogamia universitaria, la improductividad real de nuestras universidades, una por provincia, en España disparamos al niño que señala la desnudez del rey.

Algo así le puede estar pasando en la Universidad de Murcia a José Penalva. Lo de Murcia es una anécdota que se puede elevar a categoría, porque todas las públicas están aquejadas del mismo mal desde hace generaciones. Penalva es de los pocos que se encargan en este país, crítica y humanísticamente, de pedagogía, de los pocos que han ido a la Pedagogía por vocación y no por torpeza, de los pocos que escriben sobre educación sin depender de la mitología de un partido, ni juntar refritos de políticas pedagógicas fracasadas con pedanterías à la page. Por eso ha escrito unos cuantos libros en que propone soluciones para nuestra desprestigiada educación pública que pasan, sobre todo, por restaurar la autoridad del profesor (del real, no del virtual).

José Penalva ganó en su día el premio de microensayo "Oliva Sabuco" (concedido por la Asociación Andaluza de Filosofía). No recuerdo si al final lo recogió o se le entregó. Un servidor formaba parte de aquel jurado, y doy fe de que ninguno de sus miembros le conocía de nada. Le conocimos entonces por la calidad de su prosa ensayística y por su inédita sensibilidad. Lo peor de todo es que Penalva se ha atrevido a denunciar el nepotismo, el enchufismo, la politización... la endogamia, en fin, de una universidad convertida en pantano de aguas venenosas,  porque a ella apenas alcanzan fuentes nuevas, y no desagua las viejas. El resultado: amenazas, presiones, apertura de expediente.

http://www.elconfidencial.com/sociedad/2011/pesadilla-universidad-murcia-corrupcion-20110427-77947.html

¡Ay! La universidad española... En ella, como en todo, se ha hecho también aquí una especie de selección al revés. Exilio para los inteligentes, para los comprometidos con la verdad, para los trabajadores, para los investigadores, porque aquí siguen campando por sus respetos los mismos clanes y las mismas tribus de siempre.

¡Me llevé una gran desilusión con la universidad! Me gustaba estudiar. Tuve que cambiar de especialidad buscando verdaderos maestros. Algunos encontré, es verdad. Al más famoso que tuve (por profesor de Teatro y por más señas althusseriano), no tuve la suerte de verlo ni un solo día por clase, lo que no le impidió dar sobresalientes y matrículas a los de su cuerda política. Por lo visto su liderazgo político-intelectual le eximía de cumplir con sus obligaciones docentes. A muchos de estos se les llamaba "sobre-cogedores", cogedores de sobres a final de mes. Un ejército de penenes con apellidos "ilustres" competían a ver quién era más izquierdista o fumaba más canutos con las chicas más radicales y palmitales, en  abrevaderos adornados con postes del Ché, buscando el misterio de la dialéctica materialista en los culos de los vasos de cubata. Todo lo malo era entonces "burgués" o "pequeño burgués", y el mundo moral se dividía en marxistas y fascistas. 

Todos aquellos miserables -entre los cuales había por supuesto superdotados y memos- fueron promovidos a numerarios cuando la "transición política". Los más listos y menos viciosos, que también los había, son ahora catedráticos o cargos electos. Mandan tanto que pueden hacer la vida imposible a un premio extraordinario de licenciatura, a un advenedizo competente -como se ha demostrado. Con su extremismo político -una pose pseudo-ilustrada- compensaban la vergüenza íntima del privilegio (lo cual, por cierto, ni siquiera es "burgués", sino pre-burgués), del regalo -que sabían, pero no reconocían- que se les había hecho por motivos de "sangre", la humillación íntima de llegar a ser lo que se representa ser por el apellido o la mediación del tito o del papá...

En fin, inteligencia sin pedigrí, la que tampoco atiende a consignas, la hubo y la hay también en la universidad, pero mayormente tiene que guardar silencio o emigrar a Estados Unidos, a Alemania, a Brasil o al Reino Unido... Puede que ese acabe siendo el destino de J. Penalva, pues ya es profesor visitante en la Universidad de Cambridge, y es improbable que a su repatriación, la facultad de Murcia u otra cualquiera le reconozcan su independiente labor, sus obras publicadas (recuerden el caso Emilio Lledó, que sólo encontró cobijo en la UNED, tras volver de Alemania).

Aquella promoción política de penenes estalinistas y profesores mediocres impidió que toda una generación pudiera aspirar a la docencia universitaria. Talento perdido o exiliado.
A las oligarquías académicas ha habido que sumar las del arribismo político, el de esos del carnet del partido, o el de esos de los servicios prestados al partido, servicios pagados con cátedras en universidades ad hoc, entre los cuales consta que hay quienes no han tenido que hacer una oposición en su vida, y ahora, en tiempos de escasez presupuestaria, unos y otros se darán bocados por conservar o ampliar sus privilegios, mientras unos y otros disparan sobre el pianista o escaldan al inocente que denuncia el chanchullo.

http://antesdelascenizas.com/2011/04/27/el-caso-penalva/

¡Que inventen ellos! Lo nuestro es la tradición de la sangre, el tribalismo encubierto. La sensibilidad excepcional, la inteligencia en acción, han sido y son entre nosotros sospechosas, como la voz del niño que se levanta para recordarles a todos los que pasa.