martes, 17 de mayo de 2011

DSK affaire


¿Qué es lo que puede llevar a alguien, con cabeza para dirigir el Fondo Monetario Internacional, reflejos para conducir deportivos de lujo por las calles de París, y posibles para pagar suites de 3000 dólares -y por tanto prostitutas aún mas caras-... qué es lo que puede llevarle a lanzarse desnudo a medio día sobre una camarera? ¿Locura transitoria? ¿Irrefrenable pasión? Lo más increíble, por supuesto, es que en su apresurada huida, Dominique Strauss-Kahn, uno de los hombres más poderosos del mundo, se dejara el móvil...
Por supuesto, no estoy diciendo que todo eso sucediera. Debemos presumir su inocencia, aunque la incontinencia del presidenciable resulte ya legendaria. Los jueces confirmarán o no la presunta historia del asalto y tentantiva de violación de la camarera del hotel. Pero la posibilidad es tan escandalosa y extravagante, como ilustrativa de la fragilidad, ferocidad o estupidez de la condición humana, por lo que bien merece una mogiganga de nuestra parte.

Tiendo a pensar que cuando los políticos de izquierdas "pecan" lo hacen metiendo la mano en el cajón; y que cuando lo hacen los de derechas, normalmente la meten donde no deben, y no me refiero sólo a "la pata", claro. En fin, buscan lo que reprimen, lo que les falta: el afán de lucro, el lujo, o los placeres inéditos de la libídine. Como este podía ser candidato a la presidencia de Francia por parte del centro izquierda, aun contando como "socialista", digamos que puede tener o tenía ambas debilidades. (A nuestra ministra Salgado se le fue la lengua ayer y habló ya del político en pasado; ágil, enseguida rectificó: "era... es"). Por supuesto, lo de atribuir corruptelas económicas a los de izquierdas y locuras sexuales a los de derechas es un prejuicio, o una generalización arbitraria (muchos de nuestros prejuicios son eso, falacias de inferir el universal de lo particular): ¡Mató un perro, "Mataperros"!

Saltamos fácilmente hacia lo general, porque queremos controlarlo todo. Querríamos también ser por completo dueños de nosotros mismos. Pero jamás lo conseguimos, y tal vez incluso sería un aburrimiento que lo consiguiésemos...
Como dice la Fedra de Séneca:

"Triunfante la pasión vence y reina, y todo espíritu es dominado por un dios tirano".

Fedra quiere disculparse la incestuosa pasión que siente por su hijastro, Hipólito, aduciendo el flechazo  del  dios alado, Eros: "quien despliega su poderío por la tierra toda, y con su indómito fuego quema al mismo Júpiter". A lo que la nodriza responde:

"-El deseo culpado, cómplice del vicio, es quien fingió que el amor era un dios, y porque anduviese más suelto autorizó su desvarío con el falso prestigio de una divinidad (...). Quien goza con exceso de las prosperidades y se disuelve en el lujo desea siempre placeres insólitos. Entonces surge la libídine, ese aliado cruel de la alta fortuna: no apetecen las usadas viandas, no el techado con honra, no el vaso vil. ¿Por qué más raramente se filtra en los penates modestos esa plaga sutil que rodea las ricas moradas? ¿Por qué el amor casto mora bajo techos humildes, y por qué el vulgo medio cobija pasiones sanas, y por qué la modicidad sabe cohibirse? Y al revés, ¿por qué los ricos y los que en el trono se afianzan piden más de lo que es lícito pedir? Lo que no puede, quiere poderlo el que puede en demasía".
Séneca pasó la vida esforzándose por ser módico, pero conocía bien los excesos a que pueden llevarnos el poder, incluso la miserias a que puede reducirnos la falta de poder, sobre los demás o sobre nosotros mismos.