jueves, 24 de marzo de 2022

PERRAZO TURCOMANO

 

Monumento al perro del presidente de Turkmenistán

En Turkmenistán el virus sinense no ha sido un problema, porque el presidente, el odontólogo, amante de los pastores turcomanos y de la medicina yerbera preventiva Gurbanguli Berdimujammédov "el Protector", tuvo a bien, en su infinita sabiduría -Alá le bendiga-, negar su existencia. Por supuesto, los hospitales colapsaron y las gentes morían a millares, pero sólo de "neumonía", porque también la palabra "coronavirus" está prohibida y llevar mascarilla te puede llevar a chirona en Turkmenistán.

El país es independiente de la UESS desde 1991 y rico en petróleo y gas, pero sus gentes, unos seis millones, son más bien pobres. Las malas lenguas rumorean en secreto que con este presidente hay más corrupción que con el anterior, Niyázov (del que hay gran estatua bañada en oro y gran mezquita mausoleo), porque este, el Protector, tiene más parientes a los que colocar y complacer. El servicio sanitario del país es una pena, pero se han inaugurado clínica y hotel para animales. ¡Y es que Gurbanguli los adora, sobre todo a los pastores turcomanos! En noviembre de 2020 estrenó una escultura en oro de su perro (ver supra).

A Moad Rasem, traductor marroquí, Turkmenistán le parece la nación más bizarra del mundo (estrambótica, dice con propiedad Manuel Dopazo) y no sólo porque cuenta con la mayor noria cubierta del mundo en Ashgabat, su capital. También ésta cuenta con más de 500 edificios de mármol blanco (record Guiness mundial), además de un montón de monumentos estrafalarios. 

El presidente es partidario de una vida sencilla, deportiva y tradicional. Sin ir más lejos, hace poco se ha prohibido que los funcionarios ostenten joyas de oro, se tiñan el pelo y se esmalten las uñas. También se han prohibido los coches negros, que hay que repintar de blanco, prohibidos por ley los cabellos largos en los hombres y el carnet de conducir de las mujeres, que deben vestir de rojo escarlata.

Mujeres de Turkmenistán con el traje tradicional.
Foto de Manuel Dopazo 

Son viejas tradiciones aquilatadas por la costumbre y el presidente -¡que Alá proteja al Protector y nos proteja de él- quiere sobre todo favorecer un régimen de vida saludable. Por eso recomienda la pesca y los paseos por el campo y ha publicado una docena de libros, entre ellos uno dedicado a las hierbas medicinales, pamplinas que recomienda como método de prevención, y otro dedicado a los perros pastores centro-asiáticos que, junto a los caballos locales, considera “valor nacional”.

Gurbanguli el Protector intuyó que el coronavirus podría ser una amenaza para su idea de que el país se encuentra en plena fase de felicidad, por lo que decretó su inexistencia. ¡Que Alá le bendiga! De hecho le bendice, porque desde 2006 arrasa en las elecciones, que los medios infieles del mundo consideran fraudulentas. Pero en Turkmenistán nadie se entera de lo que dicen los infieles, porque la libertad de prensa brilla como en Corea del Norte por su ausencia.

El punto de interés más famoso y visitado de Turkmenistán es la llamada "Puerta del infierno", un pseudo cráter activo desde hace medio siglo en el desierto de Karakum. No se trata de un volcán, el cráter de Darvaza es un desprendimiento de tierra producido por unas excavaciones efectuadas por la Unión Soviética en 1971 buscando pozos de gas. Accidentalmente se produjo un gran escape que se intentó solucionar prendiéndole fuego pensando que se extinguiría en pocas semanas. El pozo es de tal magnitud que 50 años después aún sigue encendido. 

No me he resistido a parafrasear esta última información que debo al estupendo artículo de Manuel Dopazo porque me parece una perfecta metáfora, o símil, de lo que puede suceder para más triste tragedia con el fuego encendido por Putin y su oligarquía en Ucrania. Aquí es donde la mojiganga se vuelve dramático quejío y lamentable prospectiva.