Tal es el caso de la tesis de Edward W. Kolb, más conocido por Rocky Kolb, según la cual "un 95% de la realidad es invisible".
El apóstol Tomás era tan ingenuamente materialista que necesitaba tocar para creer. Tal vez nos consideremos más espirituales porque nos conformemos con ver para creer. Y así nos creemos todas las sandeces y mentiras que inventa la tele, pues el medio es el mensaje (y el masaje). Estamos empeñados en que solo resulta real lo que se puede aprehender empiricamente o someter a experimento.
Antes, sólo una entidad tan sobrenatural como Dios resultaba invisible; ahora, resulta que solo un 5% de la naturaleza se ofrece en espectáculo, haciendo buena aquella frase presocrática de que a la naturaleza le va el secreto, ¡vamos, que es recatada y desprecia la visibilidad! No extrañe pues tanto afán de visibilidad, como esa que reinvidica hoy tanto el feminismo, ser visto es poder, el que no es percibido no existe. Esse est percipi, que diría el metafísico empirista, ¡como si los verdaderos poderes no fueran precisamente los más ocultos! Casi la totalidad de la energía se oculta tras las bambalinas y velos de esa cascarilla que divisamos.
¿Qué impide que imaginemos que en ese otro 95% de materia o energía oscuras habiten ángeles o demonios?
La especialidad de Edward Kolb no es la teología, sino el primer segundo tras el Big Bang. Nos lo dice otro Eduardo, con unción de hagiógrafo. ¿De verdad se nos quiere hacer creer que ese segundo, tras la Gran Explosión de hace unos 13.700 millones de años fue el primer segundo?, ¿que no hubo segundos antes?, ¿que el tiempo empezó a ser sin tiempo? ¿que el mundo procede de la nada?
Todo parece encajar en una cadena causal que, sin embargo, acaba siendo condición necesaria de la libertad del humano. El despliegue de los sucesos estuvo predeterminado por lo que sucedió en el primer segundo, pero de esa predeterminación nació la voluntad y la intencionalidad que nos permiten elegir entre tomar agua, cerveza o vino blanco. ¡Es como si una gata pariera un pájaro perdiz!
"El cosmos primordial fue impulsado por una fuerza distinta, según unos u otros, pero con un origen singular y de una vez por todas para ambos" ("Invisible pero cierto", Eduardo Punset, Muy Interesante, Dic. 2010).
De esa fuerza distinta, diferente de las conocidas o reconocidas, no sabemos nada, ni siquiera si -como algunos nos quieren hacer creer- fue Nada.