jueves, 5 de agosto de 2010

Ecologismo de secano

¡Las tonterías que hay que oir!
La locutora de RNE, sección Andalucía, entrevista a una activista "ecologista", a propósito del debate suscitado por la prohibición de la "fiesta nacional" en Cataluña. Lo hace después de haberse hecho eco de la posición de un defensor de la tauromaquia, como para equilibrar las cosas y demostras la "neutralidad" de RNE. Y la chica pregunta:
- Usted, claro, como ecologista, estará en contra de las corridas de toros...
- Por supuesto -responde la gazmoña, como si ecologismo y sensiblería animalista fusen la misma cosa.

Esa suposición de que las corridas de toros son "antiecológicas" es una idiotez sin par. Quienes tal afirman desconocen:
1. Que tanto la cría como el transporte, por cañada o carretera, de las corridas de toros forman parte desde hace siglos de nuestro ecosistema peninsular.
2. Que algunos de los mejores y más limpios ecosistemas ricos en biodiversidad, como las dehesas tradicionales, sobreviven en mitad de un campo industrializado o urbanizado, gracias a la cría de reses bravas.
3. Que el toro bravo ha sido seleccionado durante generaciones para la lidia en las plazas. Su sacrificio en el coso es, por decirlo así, su vocación natural.
4. La actividad taurina sirve para asentar o conservar población en  núcleos rurales, que de otra forma se desenraizaría en esas ciudades donde se da la auténtica miseria y paletez y a la par renace la nostalgia romanticoide de la "igualdad animal".
5. Que sin las fiestas taurinas, el toro bravo seguramente no existiría, igual que el lobo o el oso desaparecieron en Inglaterra hace siglos, ¡un país tan "sensible" a los también supuestos "derechos de los animales"!, tan sensible que los británicos se sienten superiores porque ellos no comen conejo.

Lo indignante es que estos ignorantes urbanitas, que piensan que los muslitos de ave nacen en las góndolas de los supermercados, asépticos, desplumados y plastificados, grandes consumidores y productores de basura, se sientan superiores, más cultos, más civilizados, que quienes han de cortar el cuello de las gallinas que crían en sus corrales o destripar a los chotos que paren sus cabras. En realidad, son ellos los insensibles al sentido trágico, religioso, artístico, ecológico y vital de la fiesta.
Hace 50 años, el 40% de los españoles trabajaba en el campo o en la mar. Hoy sólo el 7%. Es bastante natural que carezcan de sensiblidad para lo trágico de la vida y de la muerte quienes no ven las estrellas ni en pintura, esos mismos que encierran a un pastor alemán, un dogo o un sambernardo, en un piso de 70 metros cuadrados, o en una terraza de menos aún, y ni se les ocurre pensar que eso sí que es una forma terrible de tortura...

Fotos
La primera es de un ejemplar bravo de la ganadería de Enrique Ponce
La segunda, los toros bravos paciendo en la dehesa de Dávila Miura. Aunque los escrúpulos morales por el sufrimiento del animal en la plaza sean respetables, es muy difícil pensar que estos animales lleven peor vida o sufran peor suerte que sus hermanos estabulizados... Y en cualquier caso, su existencia sería precaria o nula sin el juego trágico cómico de la fiesta, igual que la supervivencia de los magníficos espacios naturales en que medran en libertad.