martes, 10 de agosto de 2010

Belleza o narcisismo

La modernidad estética está acabada. Ha completado su círculo. ¿Son modernos Boticelli, Leonardo, Caravaggio, Velázquez? No lo creo o, en todo caso, son "clásicos de la modernidad". La enfermedad -el morbo- tal vez comenzara con el romanticismo, con el "subjetivismo genialoide". La enfermedad ha llegado a ser "noble"; la drogadicción, una "enfermedad"; la alienación, una sugestión de la inspiración; el "colocón", un método de lucidez; el absurdo, un síntoma del genio.

La estética romántica, o punky, o "gótica" (en el sentido actual), es una estética de la imaginación. La hijas de ZP no tienen motivo alguno para vestir de negro. Fingen que están tristes, y a lo mejor lo están sin motivo, como pasa con tantos adolescentes. La adolescente es medio mujer y medio niña. El problema es que, desde el romanticismo, toda la estética se ha infantilizado.

Romanticismo se opone a clasicismo, y, sobre todo, a la creencia en la existencia de un modelo trascendente de belleza, de un ideal de belleza y de un canon del buen gusto. Los extremos son el respeto supersticioso a la regla o la arbitrariedad anárquica.

Las vanguardias radicalizaron estéticamente el movimiento romántico. El compromiso de la vanguardia con el nihilismo la conduce a la audestrucción, porque lleva a la relativización de las categorías de belleza y fealdad: triunfo de lo siniestro, de lo obsceno, de lo morboso... hasta la pérdida de sentido del arte, su confusión con el exabrupto, el escándalo, la impostura, el narcisismo...

En todo esto hay algo autocontradictorio, porque la creencia de que la belleza no tiene reglas (de simetría, de armonía, de equilibrio, de mesura, de decoro...), o de que la expresión no exige contención (gramática, icástica, sintaxis, respeto al público, verosimilitud...) es ello mismo una creencia y una represión.