sábado, 15 de enero de 2011

Wikipedia y "buenismo"

¿Somos buenos o malos por naturaleza? Sobre este problema se cita el “buenismo” de Rousseau, que tal vez inspirara el “optimimismo antropológico” de nuestro –ya no tan jovial- presidente don José Rodríguez Zapatero, y cuyas tesis (las del suizo) sostienen algunas de las posiciones más caras al marxismo clásico. "To er mundo eh güeno" -como dicen o suponen con cachaza algunos sabios y arcaicos gaditanos. El hombre sería igualitario y compasivo por naturaleza, y sería la propiedad privada y la “cultura” quien lo corrompería, según Jean Jacques, que con las mujeres... de igualitario, cero, machista contumaz.

El "buenismo" no se sostiene a la luz de lo que nos dicen los etólogos, los psicólogos y los antropólogos que estudian hoy sin anteojeras ideológicas el comportamiento humano. No hay que tener un doctorado en antropología para ver que tenemos colmillos cuya función es desgarrar carne o carroña, o sea, que somos depredadores con capacidad para matar y devorar a otros seres vivos, incluidos los de la propia especie si el hambre es demasiado horrorosa; no hay que ser malintencionado ni malicioso para saber que el amor propio es más primitivo que el altruismo, que el antagonismo y la competencia son, al menos, tan genuinos como la compasión y la cooperación.

Al cachorro humano le asusta instintivamente la voz grave del padre; el adolescente no respeta a quien no teme, la vergüenza le puede más que el conocimiento. Los niños y los adolescentes tienden a ser irremediablemente sexistas, a valorar la fuerza, la prepotencia, el canallismo y la guapura, por encima de la sensibilidad, la generosidad, la inteligencia o la excelencia moral. Es posible que no sea más que una reminiscencia de cuando el músculo era más rentable, desde el punto de vista de la supervivencia, que la complejidad de la sesera, un atavismo éticamente impertinente. Pero pesa, ¡cuánto pesa! Los instintos lastran a veces la educación y el conocimiento. Sin embargo no hay que preferirlos ni dejarse deslumbrar por su vigor primitivo, como hizo cierto vitalismo nietzscheano o neodarwiniano, porque es la educación, la contención y la represión, la que nos saca del machismo y de la bárbara brutalidad. Son los premios y los castigos, así como la imitación, los que fundamentalmente educan. Ya lo sabía Gracián: el humano se redime de bestia cultivándose, y sólo la cultura puede hacernos personas.

Tampoco apuesto por que adoptemos posiciones pesimistas o misántropas, según los tópicos al uso: “El hombre es un lobo para el hombre”, “piensa mal y acertarás”, “cada cual arrima el ascua a su sardina”, etc. La naturaleza humana en sí misma, como el agua de lluvia, no es ni buena ni mala, depende de la dosis, de los espacios y tiempos, de la canalización, de la oportunidad, de su armónica coordinación con las exigencias culturales y civilizatorias. El agua puede provocar inundaciones o fertilizar campos. Se espera de nosotros que nos comportemos “naturalmente”, sólo porque los hábitos adquiridos nos visten y se nos convierten en una “segunda naturaleza”, pero esos hábitos pueden ser virtuosos o viciosos: buenas o malas costumbres.

Un caso sobresaliente es el de la Wikipedia, la enciclopedia fundada en 2001 por Jimmy Wales (n. 1966) y Larry Sanger (n. 1968, doctor en filosofía). El sociólogo Christian Stegbauer se ha preguntado lo que nos preguntamos muchos: por qué miles de autores dedican sus liberales ocios a escribir artículos -yo mismo- sin que más tarde figure su nombre en ellos, y todo ello bajo riesgo de que otro borre sus esfuerzos con un 'clic'. ¿No se trata de una muestra extraordinaria de la capacidad cooperativa, un exponente del altruismo de los seres humanos, del gusto que hallan en compartir conocimientos, en participar en un proyecto comunitario? Es el “Enigma de la cooperación” (título de la obra de Stegbauer).

Pero el motor de los wikipedianos parece tener un componente tan creativo como expropiador, robinhudiano: “reunir el conocimiento de la humanidad más allá de los derechos de autor…”. El colaborador de la enciclopedia más consultada del mundo, la Wikipedia, no renuncia por completo a la fama, al narcisismo del amor propio, sólo que busca más el prestigio dentro de la comunidad que fuera de ella...

Sin embargo, la idea de una comunidad igualitaria del conocimiento, de una democracia del conocimiento, es un mito. Para empezar, se impone una selección importante. Sólo el que sabe leer y escribir y tiene acceso a la Red puede colaborar en la Wikipedia, lo cual elimina a más de la mitad de la humanidad. Pero, además, el conocimiento enciclopédico, superior, así como la sensibilidad para el bel canto, es un fenómeno aristocrático, en el sentido etimológico, por supuesto (de aristón: el mejor), no en el sentido clasista. Las funciones apelativa y expresiva del lenguaje son más primitivas que la función representativa o lógica, que prima en la redacción de artículos. Puede que el mejor para el conocimiento no sea precisamente rico, y seguro que tiene pocas ambiciones políticas y tal vez carezca de dotes de mando, pero pertenece a una minoría selecta, la de los que tienen aptitudes para la alta matemática, la narración histórica, la investigación empírica, o el ensayo especializado; y muchos menos son los que, teniendo aptitudes, hallan motivación suficiente para dedicarse en cuerpo y alma a estos trabajos tan poco retribuidos y tan exigentes. Puede que la ciencia se haga hoy en equipos que requieran costosos medios y sofisticados laboratorios, pero esos equipos representan ya élites de conocimiento, y dentro de ellos hay también jerarquías, por supuesto, y líderes, claro está.

De hecho, la leyenda de una Wikipedia participativa e igualitaria no es cierta, ya que se conformó un “dominio de administradores”, un pequeño círculo de colaboradores aprobados por su compromiso y que recibieron “derechos especiales” de la comunidad. Bien está si ello evita que en la primera enciclopedia virtual, gratuita y global, se digan demasiadas tonterías, de las que nunca estaremos por completo a salvo…