sábado, 20 de julio de 2019

GÉNESIS GNÓSTICO

Orquídea paloma

Las cosas no son exactamente como se contaron -dijo Charly Ojoderrabo, el Enano gnóstico, a Ibsac el judío...

Es cierto que Dios creó el mundo y le pareció bueno, pero luego siguió mirando y aquel planeta tan bien ordenado le resultó insulso, aburrido, mero esbozo.  Así que llamó al diablo, su subordinado más que su enemigo, encargándole que le pusiera algo de desorden y pizca de picardía a su borrador.

Fue entonces cuando la partenogénesis evolucionó hacia la reproducción sexual. El diablo inspiró el tango, la mussette francesa, el vals vienés y el pasodoble español. Fue él quien diseñó la cola del pavo real, dibujó los penachos de las aves del paraíso, la trompa del elefante, el espolón del alacrán, los engaños de las orquídeas, la cara del pez martillo y la de la empusa.


Empusa pennata


Y, sobre todo, fue el diablo quien enseñó a Eva a hablar y le animó al churreteo. Indicaré de paso que Eva resultó mucho más apta para el aprendizaje de idiomas que Adán. Sólo gracias al lenguaje desarrollaron los humanos la imaginación que les permitía representar, simular y mentir.

También creó el diablo parásitos para cada especie a fin de que sus ejemplares se esforzaran por mantenerse limpios y propios para el cortejo y el ayuntamiento. 

Por último, después de unos cuantos eones y dos intentos fracasados, consiguió introducir en algunos cerebros humanos un espíritu permanente de modo que cada cual pudiese negarlo todo, incluso sus más elementales emociones e instintos, de manera que estos seres pudieran odiar su amor y amar su odio, entre otras extremas aptitudes reflexivas. Los filósofos existencialistas tardarían siglos en poner el grito en el cielo al descubrir la insistencia de este genio que nos hace libres a la vez que nos angustia.

Cuando el diablo y Dios contemplaron su trabajo completo les pareció tan divino de ver cómo interesante, porque el destino de un mundo con tal grado de arbitrariedad podía segregar una singular historia y su destino resultaba imprevisible. Evolucionaría sin un propósito determinado. Tal suspense hacía emocionante el espectáculo...