lunes, 1 de julio de 2019

SIBILAS DÉLFICA Y ERITREA. LA DESTRUCCIÓN DE ROMA

Sibila Délfica pintada por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina hacia 1500.

VOCES ERRANTES E IMPERIOS EFÍMEROS

 Cuentan que reinando Rómulo en Roma y Ezequías en Judea nació una mujer en la ciudad de Tarento que fue llamada Délfica, tenida por ilustre y por extraordinaria adivina, profetisa y sibila. Profetizó la destrucción de Cartago, la prosperidad de Roma, la ruina de Capua, la gloria de Grecia y una gran peste en Italia.

Como se hizo superfamosa, Rómulo le mandó grandes regalos, le escribió muchas cartas en que le prometía otros presentes, todo con intención de atraerla a Roma. Pero aquella mujer nunca quiso abandonar su tierra. Así que Rómulo viajó para verla y preguntarle por el porvenir de su reinado y de su ciudad. La Sibila Délfica no le aclaró gran cosa, pero le dejó escritas catorce letras en unas cortezas de árboles, pues todavía no existía ni el pergamino ni el papel. Nadie entendía el secreto de aquellas siglas y la sibila no lo aclaraba. Sin embargo, la visionaria del futuro afirmó que estaba por nacer quien declarase su sentido. Las letras eran: RRTSDDRRRFFFF.

Rómulo mandó poner aquellas letras en uno de los templos romanos bajo constante guarda, hasta que llegase el tiempo en que los dioses revelasen el misterio o naciese quien lo dedujese. Cuatrocientos treinta y siete años después –ni uno más ni uno menos, según el humanista Guevara- otra sibila llamada Eritrea desentrañó el sentido de aquellas iniciales como si ella misma las hubiese escrito. El mensaje de la Délfica quería decir: “Rómulo reinando Roma triunfando Sibila Délfica Dijo: el Reino de Roma Perecerá a Hierro, Fuego, Hambre y Frío” (Regnante Roma Triumfante Sibila Delfica Dixit Regnum Rome Ruet Ferro Flamina Fame Frigore).

Antonio de Guevara, paje de la reina Isabel la Católica y cronista oficial de su nieto el emperador Carlos I, historiador y precursor del ensayo moderno antes que Montaigne, recoge la historia en una de sus Epístolas familiares (la 27, de 18 de Enero de 1535) citando sus fuentes: Libio, Vulpicio, Trebelio y Pogio. Aunque dada la libertad con que manejaba a los clásicos, no sabemos seguro si son referencias precisas.

Poco antes de que el ilustrísimo franciscano, consejero, obispo y diplomático, escribiese su carta, hacia 1500 Miguel Ángel se agitaba pintando en la Capilla Sixtina el extraordinario retrato de la Sibila Délfica que mide 350 por 380 centímetros, el que adorna este artículo. Sorprende el feliz tratamiento de un personaje pagano en pleno corazón de la cristiandad, pero en su apuesta por el armonismo, el irenismo y la integración de las culturas, el humanismo cristiano renacentista aprobó el valor de las sibilas paganas como profetisas del Crucificado. La destrucción de la Roma pecaminosa y su regeneración con el triunfo del austero y virtuoso cristianismo debían parecer fenómenos históricos asociados.

De la sibila Eritrea se dice que había nacido en Babilonia, predijo la destrucción de Troya y popularizó los acrósticos. Pausanias (s. II dC) cuenta de la otra sibila, la de Delfos, que anterior a la pitonisa vivió también antes de la guerra de Troya (hacia el s. XI aC). El escritor de la primera guía turística de la historia le atribuyó a la délfica un origen divino haciéndose eco de lo que se contaba popularmente en la Hélade: “nació entre el hombre y la diosa, hija de monstruos marinos y una ninfa inmortal”. 

Al parecer, la sibila Eritrea no se llevaba bien con su hermano Apolo y fue una gran viajera, sobreviviendo a nueve generaciones humanas. Dicen que después de su muerte se convirtió en una voz errante que susurraba a oídos de los hombres noticias del futuro envueltas en acertijos oscuros.