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Rubens. El juicio de Paris. |
El Elogio de Helena del ateniense
Isócrates (436-338) quizá sea una réplica al Protágoras
platónico. Obra típica del género sofístico, en ella Isócrates defiende
su modelo de educación y ofrece un ejemplo de elogio retórico para sus discípulos.
Como todo el mundo
sabe, Helena, hija de Zeus y de Leda, reina de Esparta, fue la que le puso los
cuernos a Menelao con el príncipe troyano Paris. Por ella se armó “la de Troya”,
así que no tenía precisamente buena reputación. Defenderla representaba un tour de force para cualquier orador.
Gorgias, maestro de Isócrates, ya había escrito un discurso defendiendo al
bellezón, su Encomio de Helena.
Cuando Isócrates
cuenta el juicio de Paris expresa una singular opinión sobre el verdadero motivo que
llevó al príncipe troyano a elegir el regalo que le prometía Afrodita (el amor
de Helena) en el concurso de belleza producido por la manzana de Discordia.
Escribe que Paris no
se decidía a elegir a la más bella, ante los cuerpos magníficos de las tres
diosas (Hera, Atenea y Afrodita), abrumado por la belleza de las tres. Las
diosas lo intentan sobornar con regalos: Hera con el dominio de Asia, Atenea
con la segura victoria militar, Afrodita con la convivencia íntima de Helena. Por
fin, le obligan a decidir y él escoge a Helena (creo que yo hubiera hecho lo
mismo ;-)).