miércoles, 3 de diciembre de 2025

ESPÍRITUS VENTOSOS

 


No fue un viejo meón y desdentado, sino un profeta en activo, obscuro de piel pero diáfano de pensamiento, Thierno Da Costa, natural de la antigua Guinea portuguesa, quien nos contó que muchos vientos que recorren el mundo llevan dimes y diretes, murmuraciones y quejas, ayes y alaridos de parto, pero que hay un aire confundido con el abrego que viene de Occidente, y de las humedades del océano Atlántico, y roba recuerdos. 

Tú andas pensando en algo que viviste, malo o bueno, y llega esta brisa ladrona y se lleva tu remembranza, Dios sabe a dónde. Sucede que no todos estos recuerdos se pierden en la orilla del Olvido, que es donde el viento ladrón allá en los perfiles rocosos del Oriente rompe sus olas en rachas volátiles, sino que algunos recuerdos se le escurren de la corriente principal y van a parar a otros lugares y fastidian gentes. 

En efecto, viene ocurriendo que quien se cruza por casualidad con este ramal del viento descuidero recuerda de repente hechos extraños y vivencias que no han sido suyas ni de su personal pasado, pero que con facilidad atribuye a una vida anterior. A mí me pasó en un tren, cerca de Siena, que al asomarme a la ventana del pasillo creí haber descansado antes, mucho antes, bajo aquellos pinos de copa redonda de la Toscana italiana, mientras fumaba uno de aquellos cigarros puros que se tuercen como macarrones gordos y obscenos. 

Quienes chocan al azar con estos recuerdos ajenos podrá darse que enloquezcan o se conviertan de repente en otros, mejor o peor persona, porque los recuerdos pesan mucho en quienes somos. Thierno conocía aldeas montaraces especialmente afligidas por los despojos de ese viento infame y ratero. A veces trinca tantos recuerdos y tan de golpe que la víctima queda lela sin culpa y sin remedio. O, desprendida de sí misma, busca una rama fuerte y se ahorca en ella por sentirse absolutamente vaciada por dentro.

Estos aires bandidos afanan los recuerdos que uno está pensando y por eso Da Costa recomienda no pensar durante los días de mucho viento... Pero no pensar en algo es muy difícil, si no imposible --ya lo dijo el sabio de Elea--, aunque algunos creen conseguirlo desmeditando.

Nosotros tenemos otra doctrina que explica estas atrocidades. Una doctrina que tal vez no contradiga la de Thierno, porque la complementa. Y es que cuando Lucifer y los suyos pecaron de soberbia no todos los ángeles díscolos cayeron a abismos siniestros donde purgan su pena --penar es el más verdadero infierno--, ya que los menos malvados quedaron en tierra y en el aire. Gaudencio Merula y Pselio lo explican cuando distinguen seis clases de demonios diferentes, los que mueven el aire ocupan una región intermedia y son los que a veces, fuera de la natural operación de la naturaleza, mueven huracanes y tornados, vientos con mayor furia de la acostumbrada. Son espíritus que fatigan almas por su deseo intensísimo de comunicar penas, y a los que no entendemos por mucho que ellos se empeñen y nosotros los queramos comprender.

Se cuenta que en Benavides, hace muchos años, uno de esos espíritus atormentados se llevó en un torbellino violento o tolvanera recísima a un hombre malhablado, el cual, más tarde, apareció a muchos metros de donde le hubo cogido y levantado el torbellino, y allí yacía con los huesos todos molidos y muerto. Al cadáver le faltaba la lengua y el hombre había sido gran blasfemador, por lo que se creyó que el demonio del torbellino había sido enviado como verdugo de oficio y que en su obra había contado con permisión divina. Esto lo contó Antonio de Torquemada en su Jardín de flores curiosas con gran aviso y testimonio de autoridades.

¡Dios nos libre de aires salteadores y de ventoleras contumaces!