lunes, 7 de junio de 2010

Ligereza

Creo recordar que, en alguna ocasión, afectado por el vértigo de las cumbres alpinas, ese espantapájaros de Zaratustra recomendó la "ligereza" como una virtud nueva, postcristiana, superhombruna...
"Nada nuevo bajo el sol" -esta fórmula del sabio Cohelet del Libro de la Sabiduría bíblico formula lacónicamente la vieja doctrina del eterno retorno, en su versión más conservadora.
Seamos ligeros.
No propongo aquí ninguna dieta que nos libere para el verano de las grasas de más, aunque también. La ligereza, lightness, Leichtheit, se puede interpretar, en sentido físico, como gracilidad, agilidad, libertad de movimientos y rapidez.
A nosotros nos interesa sobre todo el aspecto moral de la ligereza. He conocido a joviales gordas ligeras y a enfadadas delgadas pelmazas. A primera vista, salta la ligereza como soportabilidad. Lo contrario de una persona ligera es una persona "pesada", insoportable, como esas quejicas que no hacen más que lamentarse de lo mal que anda todo, de lo mucho que duele la vida, del poco respeto que muestra la juventud a las canas, ¡como si ya las tuviesen todas!
La ligereza de ser soportable, esa me conquista. Como la del Ser, que pasa, que deviene. ¡Qué necesidad de que retornen las cosas! Lo insoportable del Ser sería precisamente que no pasara, que retornara siempre, contra el famoso título metafísico de la novela de Milan Kundera (1982), título al que posiblemente debió algo de su éxito, si no más de la mitad. No recuerdo a qué venía el título, de esa novela sólo recuerdo que la leí de un tirón (o sea, que me resultó ligera), y alguna de las estrategias sexuales (anales) que empleaba el protagonista para granjearse el favor de las mujeres. Su filosofía debió de resultarme tan  ligera como pegajosas sus picardías.
Seamos cachondos y a la vez finos, seamos franceses: la légèreté (¡qué bien puestas esas tres tildes!) comme facilité de l'esprit ou du style. Incluso como facilidad para cambiar de estilo y de espíritu. ¿Por qué resignarse a un modo de ser como la piedra? La vida es siempre proteica, evolucionista, abierta al cambio, así también la vida de la mente. La vejez empieza cuando uno se agarra a las mismas costumbres como si éstas fuesen una balsa de salvación o un sistema coherente de prejuicios, como si ese que teníamos por sentido común no cambiara.
Pongámonos orientales: Laghima, uno de los ochos siddhis o perfecciones, entendida como facilidad para compensar la fuerza de la facticidad. Uno debe ser como la luz, que no pesa -recomienda el budismo, o tal vez la luz sí pese, pero muy poco, no lo sé... La luz es Dios en el evangelio de San Juan, y uno debe divinizarse en la medida de sus fuerzas...
Pero aceptar al imbécil que habita en uno, reconocer que no se sabe, es sin duda una especie socrática de ligereza: uno se niega a adoptar la figura nietzscheana del camello, soportando el peso del saber, porque uno está abierto al saber, con la curiosidad vacilante del niño.
Sin embargo, como todos los caracteres, también la ligereza tiene su lado oscuro, su lado exagerado, puede ser shallowness o superficiality, confundiéndose con la abulia de los volubles o la falta de voluntad de ser de las veleidosos... La donna mobile qual piuma al vento. Nada tan ligero como una pluma al viento o la hoja sacudida por la tempestad. Flor de otoño, buscando descomposición. Esas muecas desdeñosas de la veleidad temerosa valen menos que una pamplina.