domingo, 2 de octubre de 2022

DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO INÚTIL



Creo recordar que fue la diputación de Málaga quien nos regaló el Diccionario Enciclopédico Inútil de Manuel Díez de los Ríos Benítez, manual imprescindible para saber nada de todo, lo cual, a juicio de nihilistas epistémicos e incluso de escépticos furibundos, siempre será mejor que saber todo de nada, que es prurito del especialismo extremoso y de los coleccionistas de vitolas de cigarros puros o de cajas cerilleras de Kakania. 

En dicho mamotreto maestro se destrozan o arreglan palabras, según se mire y si se piensa. Además, se exploran proféticamente distintas posibilidades transhumanas, verbigracia se imagina a la *hembrafrodita como animal con los dos sexos femeninos. Sus páginas bullen repletas de posibilidades propagandísticas y publicitarias. Así, un condón "con fecha de *cadusidad" sería aquel que previniese con toda seguridad la contracción anal del "penéltimo" y temible síndrome de inmunodeficiencia. 

Las sugerencias léxicas de Manuel, filólogo y periodista antequerano, “esropean” o visten palabras con proféticos atuendos y son perspicaces mostrando que sería apropiado llamar *feminina a la gata o *miniño al gato canario joven o *magreobí al sobo o manoseo a un moro o mora para obtener placer sexual, placer que se acrecienta con la atmósfera de un *mahometono con ritmos norteafricanos y melodías arabescas. 

Con gracejo y "desgracejo" andaluz, el muy tildado autor ofrece nuevos términos a su ciencia filológica como el de *Semanteca para referir al estudio de los significados más gordos, o llama *Gramítica a la de Antonio de Nebrija; o ayuda a otras ciencias de moda como la Sociología de lo Cotidiano al proponer el epíteto *semenal para el polvo rutinario que disfrutan matrimonios largos cada siete días; o enriquece la terminología fisiológica cuando ofrece la voz *gráznate para referir a la parte superior de la tráquea, pues es roja brillante como pendona sinense. 

El autor se atreve también con semblanzas críticas de sus autores y personajes favoritos, "resueñas" tan erróneas como ingeniosas. Por eso atribuye al hipocondríaco y genial compositor Manuel de Falla la invención de una fiesta valenciana pirómana y horrísona, o niega que Edipo fuese el inventor del Día de la Madre. 

Igualmente filosofa, con tendencia al dislate metafísico, como cuando sentencia que "el Lugar tampoco ocupa Saber" o que "Dios aprieta pero no afloja". O usa del retruécano sobre la frase hecha: "A nadie le endulza un amargo". 

Algunas de sus afirmaciones parecen arremeter contra la Psicopedagogía posmoderna que da de comer a tantos renegados de la tiza e inspira periódicos e inútiles planes educativos escritos en jerga mágica y con caducidad de yogur. Tal ocurre cuando define la *Fileosofía como ciencia que enseña a leer, “lo que se dice aprender a leer”, y brilla por su ausencia en nuestras instituciones educativas; o la *educocción como doctrina que se imparte a niños y "jóvenas" para que aprendan a cocinar (y a pensar como está mandado, añadiría yo). 

Si a alguien en sus libertinos ocios se le ocurriera la inutilidad de leer con curiosa atención las setecientas sesenta y siete páginas de este Diccionario Enciclopédico al que le cuelga, como chorreras de jamón, apéndice y bibliografía, también podría ocurrírsele la vana ocupación de decir muchas cosas de otra manera, la infructuosa costumbre de vestir palabras con otras galas o arreglar ideas con otros motes u ocurrírsele decir muchas cosas de otra manera o descubrir tontadas que todavía no han sido dichas. 

Por lo tanto -concluyo-, no podemos decir que sea tan "inútil" ni improductivo este Diccionario Enciclópedico Inútil y finisecular (1999), ni siquiera cuando ni siquiera el sol salga por Antequera.