El profesor Quintana nos pone sobre aviso al comentar la noticia de la señora angloparlante "tanscapacitada". Parece ser que esta persona "se autodeterminó" ciega (con perdón), quiero decir invidente o, mejor, diversa funcional sinóptica o sinoftálmica. Por aclararlo: la morena de la ilustración prefería que no le funcionaran los ojos ni la vista.
Tal vez pensase que "¡para lo que hay que ver...!"; o tal vez le fastidiaba ver lo que veía; o tal vez estaba hasta el moño de espejos, pues todos los monitores lo son y el mundo está rebosante de monitores y la figura que nos devuelven no siempre nos satisface.
Algunos normópatas pensarán que la señora está chiflada. Puede. Y que tal vez tendría que haberla tratado un siquiatra para prevenir su automutilación. El normópata es por definición intolerante.
¡Como si su cuerpo no fuera su cuerpo y ni siquiera le permitieran ya mutilarse a uno! Las locuras, como explicó el "torcido" de Foucault, tienen su genealogía y su historia social... Y los pirados y chifladas de unas épocas son conductoras y caudillos de otras. En la modernidad, la mayoría de los profetas de la Antigüedad hubieran acabado en manicomios y recibiendo descargas eléctricas en sus complicados cerebros a causa de sus lúcidas advertencias y jeremiadas.
A fin de cuentos, todos tenemos manías. Los griegos llamaban "manía" a la locura, pero también a diversas formas divinas de entusiasmo..., todos tenemos rarezas, porque llegar a ser persona cuesta un huevo, por lo menos uno, porque no siempre está uno a gusto con lo que ve de sí u observa en otros que también le miran a uno, o malmiran. El Padre Orígenes (Ὠριγένης, h. 185-254), gran erudito y asceta cristiano, se emasculó (vamos, que se los cortó) para que los padres de sus catecúmenos no sospecharan de él la menor debilidad pederástica. Un santo.
A mí que cada cual "se autodetermine" como le salga de las gónadas, o que se las suprima o intoxique, que se castre o se mutile, se ponga o se quite tetas, una arandela en el hocico o un chip en la oreja, según su vocación, me da igual. ¡Uno es tolerante!, eso mientras el trans no haga daño a nadie ni tenga la Hacienda Pública que cargar con el capricho de sus ocurrencias castrantes, es decir mientras no tenga que pagar el contribuyente la intervención quirúrgica y los cuidados y mantenimiento posteriores del autolesionado. ¡Que cada cual "se autodetermine" como quiera o pueda! O sea, que cada quisque se dé un disgusto por gusto o un gusto para su disgusto, me importa un pimiento. Vive y deja vivir, o morir.
Esta mojiganga se vuelve patética cuando se compadece de estas insanas "diversidades" auto-infligidas, que nada tienen que ver con las pamplinas, flores humildes, nada narcisistas. Y digo yo, que más que una "trans-capacitada", tendríamos que referir a la señora de marras como "trans-discapacitada" si consideramos el resultado y, por decirlo así, el ideal u objetivo de su acción: la ceguera, en lugar de la situación inicial: la videncia.
Auto-determinaciones dis-capacitadoras son estas, obviamente, destructivas, más que constructivas. Como preferir ser inútil y cobrar una paguilla, a ser útil y tener que "pringarse" o trabajar, casos que también se dan, como el que se invalida para no ir a la guerra. Eso último lo entiendo. Si sólo lo finge, que no puede disparar, mejor para él y para el posible disparado.
No faltan trágicos y hasta venerables antecedentes para estos que se castigan a sí mismos buscando la felicidad o el alivio del dolor en la insuficiencia. Edipo se sacó los ojos -ciego voluntario- cuando supo que había matado a su padre -involuntariamente- y había copulado con su madre Yokasta, sin saber que era su madre. Por cierto, que de casta le venía a Antígona su condición trágica y suicida, pues si su padre sólo se sacó los ojos, su madre se ahorcó.
Todos pagaron por "pecar", por haber obrado contra ley, por haber pecado mucho según los patrones del pecar e infringir la ley de aquella época, en la que contaban más los hechos objetivos que las intenciones subjetivas; más los resultados, que los propósitos con que se obraba.
También se cuenta que Apolo cegaba a los poetas para devolverles "la mirada interior". Nuestra libérrima voluntad sacrifica a veces sus poderes a capricho, o tal vez para ganar así otros. Y esta capacidad de ver y mirar no es "moco de pavo", aunque las hay mayores. Recuerdo que un personaje de la Rayuela de Cortázar decidió ahogar su talento en alcohol, seguramente porque conocer le hacía daño. Y es que hay conciencias muy pesadas. Pero las penas saben nadar. Y aunque uno no las vea fuera, las penas se las apañan para dejarse ver por dentro. Y de nada sirven las gafas obscuras para evitar que otros se den cuenta de que uno carga su tristeza con mochila íntima.
Y todos preferimos remirar almas alegres, antes que ver caras sin espejos, rostros tristes. Ver, decía Teilhard, toda la evolución natural es una pugna por ver más y mejor... A fin de cuentas los ojos están hechos con la misma materia que los cerebros, por eso son el espejo de las almas. Sí, también monitores.