Amasis, legendario rey de los egipcios, compite con el rey de los etíopes en una lid incruenta de acertijos y enigmas. ¡Ya podrían aprender a hacer lo mismo los actuales mandamases del mundo! Nada de misiles intercontinentales ni drones tirabombas, desafío de ingenios, ¡quien gana se queda con los territorios en disputa!...
El caso fue que Amasis manda al de Etiopía que le nombre la cosa más vieja, la más hermosa, la más grande, la más sabia, la más común, la más útil, la más perjudicial, la más poderosa y la más fácil...
El rey etíope contesta:
Lo más viejo, el tiempo.
Lo más grande, el mundo.
Lo más sabio, la verdad.
Lo más hermoso, la luz.
Lo más común, la muerte.
Lo más útil, la divinidad.
Lo más perjudicial, el espíritu del mal.
Lo más poderoso, el destino.
Lo más fácil, el placer.
¡No está mal! Pero para Tales de Mileto, padre de la ciencia occidental al que resucita Plutarco en su Banquete de los siete sabios (Moralia, ed. Gredos, vol. II), ninguna de estas respuestas es irrefutable... Por ejemplo, el tiempo, ¿cómo puede ser lo más viejo si una parte es pasado, otra presente y otra futuro, o sea, lo más joven, lo que pasa ahora y pasará? Por otra parte, decir que la sabiduría es verdad es como decir que la luz es el ojo. También es absurdo decir que lo más poderoso es el destino, pues no cambiaría tan rápidamente si fuese tan fuerte. Tampoco la muerte es lo más común, si no lo es para los vivos.
No contento con las que dio el rey de Etiopía, ofrece Tales sus partículares respuestas a las preguntas de Amasis. Sus respuestas contienen una breve justificación...
Lo más antiguo, la divinidad, pues no tiene principio.
Lo más grande, el espacio, pues contiene a todo lo demás.
Lo más hermoso, el universo, pues todo lo que sigue un orden es parte de él.
Lo más sabio, el tiempo, "pues él ha encontrado ya unas cosas y otras las encontrará".
Lo más común, la esperanza, presente en los que nada tienen.
Lo más útil, la virtud (areté, excelencia), pues hace útil el uso de todas las cosas.
Lo más perjudicial, la maldad, pues daña hasta lo bueno.
Lo más poderoso, la necesidad invencible.
Lo más fácil, lo conforme a la naturaleza, pues hasta de los placeres se cansa uno.
El resto de sabios se muestran conformes con las respuestas del sabio milesio, y Periandro, el anfitrión del Simposio, añade que no sólo los reyes se entretenían con acertijos y se desafiaban con adivinanzas, también los antiguos griegos acostumbraban a plantearse preguntas de tal magnitud y dificultad, ya que los antiguos griegos también acostumbraban a plantearse preguntas de tal magnitud y dificultad.
No sé si
admiten solución, pero no hay duda de que tales preguntas y tales respuestas dan
mucho en qué pensar.