martes, 19 de junio de 2012

El caso del magistrado Dívar merece, también un abogado defensor. Yo no puedo serlo (entre otras cosas porque no he estudiado Derecho, y por lo tanto mi pensamiento tiende a la ingenuidad habitual de los legos), pero intentaré colocarme en su piel y ver desde allí al mundo.
Como ejercicio de imaginación puede ser caritativo ponerse en la situación del "otro":

"Si uno ha hecho unos cuantos viajes (que ni siquiera llegan a 30) fuera de mi residencia habitual, y éstos han sido pagados por el Estado ¿Qué hay de malo en eso? Un magistrado necesita ver mundo, y sobre todo darse cuenta, de primera mano, como es el país real que uno contribuye a gobernar.

Por otro lado viajar a cargo del Estado ha sido una práctica recurrente y extensa en cualquiera de los funcionarios españoles que han llegado a un nivel que les otorga esa posibilidad. Recuerdo que en sus "Diarios" Azaña menciona que viajó a Paris gracias a un "permiso pagado" que le otorgaron graciosamente sus jefes. Permiso que, junto a unas colaboraciones periodísticas (conseguidas gracias a la multitud de amigos que tenía en el Madrid de entonces) le permitieron financiarse el viaje y su estadía en la bella capital francesa.

Menciono el hecho no para criticar a Don Manuel, libre estoy de antagonismos ideológicos que ciegan el juicio racional, sino para comentar como desde principios del siglo pasado ya era habitual y reconocido que los funcionarios tuvieran ciertos privilegios derivados de su importante función.

Considero que es una campaña orquestada contra mi persona, la que estoy sufriendo, porque el monto total de esos gastos ni llega al 0,001% de lo que han ganado banqueros, financieros y altos funcionarios en las infinitas transacciones que en estos últimos años hicieron.

La inmensa deuda que ahora arrastra nuestro país ¿de dónde salió? ¿dónde se gastó? ¿a quién benefició? Y veo con asombro que de ello apenas se habla (sólo algunas apreciaciones generales que valen tanto como un padrenuestro rezado por un anarquista)... y sin embargo las "conciencias" se remueven inquietas contra mí por haber hecho algo perfectamente legal, históricamente habitual e incluso necesario para ejercer mi magistratura con altura y objetividad.

¡Y aún se me pide que renuncie! Sirviendo como chivo emisario para calmar la agresividad de los ciudadanos que ahora se ven obligados a recortar sus magros beneficios y servicios. ¡No hay derecho! No es bueno para una democracia que paguen siempre los de abajo, e incluso los de más abajo entre los que están bien situados. "