La dimisión del magistrado Divar no por anunciada impresiona menos. Por unos instantes nos podemos imaginar que vivimos en un país nórdico, serio, metódico, responsable, riguroso; que no acepta las disculpas cuando quedan resquicios para la sospecha. Un país en el que la Virgen de Fátima, a pesar de su prestigio y poder, no puede intervenir a favor de sus protegidos. Loado sea el Señor, que nos permite creer, por un momento, en una España así.