domingo, 7 de agosto de 2022

COZCÚO

 


Cozcúo ("Kozkuo" en Las Vascongadas) es acomodaticio, se mueve mayormente a las órdenes de su pareja y, conforme a las circunstancias particulares, en general se adapta con creces, aunque a veces gruñe suavemente. Pero no te engañes: parece que se deja mandar, pero, ¡ca!, ¡las mata callando!, como quien dice o se queja.

Su señora sospecha que cuando no lo tiene a la vista hace lo que le sale, o sea lo que le apetece, sin que se entere ni dios, como otros varones varoniles. "¡Todos son iguales!", dice la doña. Eso también piensa él, que es católico teórico y agnóstico práctico, pero lo que no sabe es que ¡no hay mosca que mueva un élitro sin que la Gran Diosa lo sepa, lo acepte y lo juzgue!

COZCÚO se parece al HUEVÓN, que es primo carnal suyo y también bestezuela integrada, pero COZCÚO parece más taimado y sigiloso que su primo, eso por obscuro, aunque suele gritar alegre cuando está de buenas: chillidos eufóricos que fastidian a todo el mundo. Por eso a Cozcúo se le llama Gritonga a veces.

Sin embargo, no oculta sus intenciones porque sean malas, sino por no hacer sufrir a los demás. Carga con todas las responsabilidades mientras dice: "¡Ay, Mamma mía!" (así, con mayúscula y eme geminada, como si fuera italiano).

Por donde pasa COZCÚO va dejando como don Juan Tenorio memoria de sí, pero no necesariamente recuerdo amargo como el Burlador sevillano.

COZCÚO allana caminos y la peste que deja su paso es la del sudor honrado, síntoma del trabajo duro llevado a cabo y rabo (hasta el rabo todo es toro). Es infatigable. Si se da un golpe contra Algo, seguro que pierde Algo.

El recuerdo o fantasma de COZCÚO genera nostalgia y melancolía, pero sin concesiones a la inacción o la depre, como la saudade de viuda gallega, es como un leve sufrir que estimula y espolea.