jueves, 8 de diciembre de 2022

EL REY SIMURG

 


Una vez el Rey pájaro Simurg dejó caer en el corazón de China una de sus espléndidas plumas, irisada y brillante. Jamás sus semejantes habían visto nada igual. Todos los pájaros que la alcanzaron a ver se entusiasmaron. Hartos de la anarquía en que vivían, miles de aves se agruparon un día con la ilusión de volar en busca del Simurg para proclamarlo su rey.

Sabían que su alcázar coronaba una montaña altísima y lejana. Eso no les amilanó. Atravesaron sierras escarpadas y mares traicioneros durante siglos de vuelo penosísimo hasta que, diezmados por sus esfuerzos y por el tiempo inexorable, sólo quedaron treinta peregrinos.

Por fin, los treinta, maltrechos, lograron el acceso a la antesala del palacio del Simurg. Sin embargo, en el instante mismo en que iba a producirse el encuentro prodigioso, descubren sorprendidos la maravilla: "perciben que ellos son el Simurg, y que el Simurg es cada uno de ellos y todos ellos".

Las últimas palabras entre comillas pertenecen al relato en que J. L. Borges recrea la antigua leyenda (Seres imaginarios, 1967). Para el escritor argentino el Simurg es un pájaro inmortal que se recoge, anida y reproduce, en las ramas del Árbol de la ciencia. Flaubert lo describió como ave de plumaje anaranjado y metálico con cabecita humanoide, con cuatro alas, garras de buitre e inmensa cola de pavo real.

La literatura mística musulmana usa el símbolo del Simurg. Según Luce López-Baralt fue el poeta persa Attar quien acuñó el nombre de esta enigmática ave en el siglo XII, como símbolo sagrado, en su Conferencia de los pájaros. Al parecer, "Simurg" significa en persa Pájaro-rey, pero también significa treinta pájaros.

No obstante, la fábula no es sólo un juego de palabras, también es una apología de la búsqueda (del orden, de la verdad, de la majestad, de la santidad) y de sus efectos transfiguradores. Uno busca ser aquello que persigue. A veces, quizá, lo logra.