jueves, 12 de julio de 2012

La sátira e Internet

El moralismo tiene entre nosotros poco éxito; lo que nos va es la sátira o el inmoralismo. Los anglosajones son perfectos para practicar el moralismo. Es el caso de C. S. Lewis, y de muchos otros autores que cultivan la épica moderna (ciencia ficción).

Además de atribuirle con fundamento un toque nihilista, le noto a la sátira un claro sesgo mediterráneo. Huele a salvia, a espliego y a romero, incluso con un toque sulfuroso, como a ruda. No puede ser de otro modo, pues, como casi todo lo "moderno", la sátira florece, cual cardo borriquero (o mariano), desde el semillero teatral de los "antiguos" griegos. (La paradoja de que todo lo moderno se lo debemos a los griegos antiguos se la debo a Oscar Wilde, cuyo genio para la sátira tuvo mucho de jovial y mediterráneo, ¡hasta que se asomó al abismo de sus propias debilidades!).

Sátiros y Silenos formaban el coro de la tragedia antigua. Hacia el V antes de Cristo el coro comentaba la acción principal, burlándose eventualmente de sus protagonistas con carantoñas, pantomimas, parodias y hasta insultos, como hace Pérez Reverte en muchos de sus artículos satíricos (en alguno incluso se permite insultar al lector-espectador, mientras éste aplaude). El gusto por el vino, su promiscuidad sexual y el carácter festivo y desenfadado de la figura de los sátiros, cuyo nombre prestó a esos "comentarios satíricos" del coro trágico, los alejan obviamente del moralismo didáctico.

No deja de ser paradójico que fuesen los filósofos cínicos -tan sobrios- quienes restaurasen y diesen esplendor romano al género satírico. Hace lustros disfruté con algunos de los Diálogos de los muertos de Luciano de Samosata. Los cínicos dieron lustre a un arma satírica poderosa: la diatriba, un tipo de discurso violento que censura sin compasión todas las debilidades humanas. Los primeros predicadores cristianos sacaron partido de los recursos de la diatriba en sus homilías. Se suele atribuir a nuestro Séneca cordobés una desmesurada y vengativa sátira contra Claudio: Apoloquintosis, en la que el emperador tartaja se transforma en calabaza. Marco Valerio Marcial (40-104), latino nacido en Bílbilis (actual Calatayud), invirtió su genio poético en las sátiras que recordará con provecho e ingenio sin igual Baltasar Gracián.

La sátira incluye, desde luego, la denuncia y censura de los vicios y malas costumbres de la sociedad. Puede que se acredite por una tácita intención moralista, presuponiéndose que busca su mejora. Pero ese ataque a la realidad triste de nuestros defectos suele tener un verdadero propósito festivo, incluso narcisista, y ante todo burlesco: ridiculizar a los satirizados. Por eso, más que usar la ironía, la sátira abusa del sarcasmo y la hipérbole. La ironía puede ser constructiva; el sarcasmo no lo es tanto. Un genio de la ironía fue su inventor, Sócrates, pero también Voltaire, más moralista que satírico, aunque en alguno de sus cuentos salte con genio simpar la frontera de ambas especies: del moralismo a la sátira, y de la sátira al moralismo.El satírico, al contrario que el moralista, no aspira tanto a la claridad, sino a la agudeza, el picante, la mordacidad...

Un maestro de la sátira gráfica de nuestros días es Andrés Rábago, El Roto, al que sigo desde sus tiempos de La Codorniz, Hermano Lobo, Ajoblanco..., cuando firmaba sus dibujos "Ops". Le estoy agradecido porque cedió gratuitamente algunas de sus obras para la ilustración de un número de la revista Alfa (Asociación andaluza de filosofía), siendo un servidor su codirector. Intercambié con él un par de correos electrónicos entonces. Es un tipo sencillo y amable...

Sátira de la Internet: "Ya tenemos a todos en la Red, preparados para izarla", dice uno de esos personajes cincuentones, poderosos y malvados, con exceso de peso y vestimenta convencional y anticuada... La sátira tiene una intención de crítica dura, y hasta utópica -al menos para El Roto-. Aunque, al contrario que al moralismo didáctico, siempre se le puede encontrar una arista cruel y hasta maliciosa. Ese moralismo exagerado de la fábula despierta la conciencia a golpes.

Pero no es verdad que lo que se escribe o se cuelga en la Red no deje rastro -como afirma Andrés Rábago en una entrevista reciente-. Y ese es justamente el problema para muchos adolescentes ingenuos, que desnudan su alma -y a veces sus cuerpos- a la luz de esas candilejas universales.

miércoles, 27 de junio de 2012

La peleíta

¡Bien por Chamizo! El Defensor del Pueblo Andaluz les echó un rapapolvo a los políticos el martes 19 de junio al presentar su informe anual ante el Parlamento.
     Él mismo presentó su intervención como un exabrupto. Y es cierto que los políticos le podrían haber objetado que también él, y su cargo, es político. Pero el desahogo vale: "la gente está muy cabreada con ustedes -les dijo-, no sé si lo saben. Está muy enfadada porque los ven todo el día en la peleíta. La gente está hasta el gorro de todos ustedes. No sé si puedo decirlo con todo el cariño del mundo".
     La "peleíta" es, obviamente, le lucha partitocrática del "salte tú que me meta yo y saca a los tuyos para que yo meta a los míos"... Al parecer, el verdadero cabreo del cura Chamizo tiene que ver con los adjuntos que le nombran los partidos y que aprovechan la información privilegiada de la atalaya de la "Defendeduría populi" -si me permiten la expresión- para hacer incesante campaña. Chamizo dice que echa más tiempo controlando a los adjuntos que defendiendo al pueblo.
      La bronca del peculiar sacerdote gaditano no ha sentado nada bien a los políticos de "la peleíta"... El que se pica ajos come..., al que le huele el aliento a ajo, ajo ha comido. Lo que les pide José Chamizo es buena voluntad para resolver problemas. La bondad de la voluntad, ¿está más allá del oportunismo político? Creo que sí. La ética... subsume a la política, ¿o tenía razón Maquiavelo?  ¿Saben nuestros políticos qué es la buena voluntad o -como epígonos inconscientes de Nietzsche-, sólo saben lo que es la voluntad de poderío?
     Los del Psoe, los del PP, los de IU, ¡todos se levantan contra Chamizo!, incluso han pensado en mandarle una nota recordándole que su cargo es político y está subordinado al Parlamento Soberano. Vieja polémica liberal: ¿es el parlamento o la cámara legislativa el Soberano, o es el pueblo quien delega condicionalmente su soberanía inalienable al parlamento? Rousseau no hubiera dudado. El mandato del político es provisional, ¡no profesional! Y el Pueblo Soberano puede revocarle en cualquier momento.
Políticos somos todos, y la mayoría estamos ciertamente "hasta el gorro" de "la peleíta", de que los políticos tengan tan mala educación que no sepan entenderse para resolver problemas, de que los creen en lugar de solucionarlos, de que se gasten dineros en peleas y contenciosos entre administraciones, de que los entes públicos sirvan para colocar adláteres en lugar de ofrecer verdaderos servicios públicos, de que se escatime en limpieza, educación y sanidad, en lugar de adelgazar el profesionalismo de los partitócratas...
     Por eso los "políticos de profesión" han descartado actuar públicamente contra Chamizo. ¿Por qué? ¡Porque son conscientes de que la gente se pondría del lado de Chamizo! Y lo que importa es la gente, ¿o no? Esa que está "hasta el gorro" de todos los partidos...
Que era lo que el pater afirmaba... Quod est demostrandum.

jueves, 21 de junio de 2012

La dimisión del magistrado Divar no por anunciada impresiona menos. Por unos instantes nos podemos imaginar que vivimos en un país nórdico, serio, metódico, responsable, riguroso; que no acepta las disculpas cuando quedan resquicios para la sospecha. Un país en el que la Virgen de Fátima, a pesar de su prestigio y poder, no puede intervenir a favor de sus protegidos. Loado sea el Señor, que nos permite creer, por un momento, en una España así.

martes, 19 de junio de 2012

El caso del magistrado Dívar merece, también un abogado defensor. Yo no puedo serlo (entre otras cosas porque no he estudiado Derecho, y por lo tanto mi pensamiento tiende a la ingenuidad habitual de los legos), pero intentaré colocarme en su piel y ver desde allí al mundo.
Como ejercicio de imaginación puede ser caritativo ponerse en la situación del "otro":

"Si uno ha hecho unos cuantos viajes (que ni siquiera llegan a 30) fuera de mi residencia habitual, y éstos han sido pagados por el Estado ¿Qué hay de malo en eso? Un magistrado necesita ver mundo, y sobre todo darse cuenta, de primera mano, como es el país real que uno contribuye a gobernar.

Por otro lado viajar a cargo del Estado ha sido una práctica recurrente y extensa en cualquiera de los funcionarios españoles que han llegado a un nivel que les otorga esa posibilidad. Recuerdo que en sus "Diarios" Azaña menciona que viajó a Paris gracias a un "permiso pagado" que le otorgaron graciosamente sus jefes. Permiso que, junto a unas colaboraciones periodísticas (conseguidas gracias a la multitud de amigos que tenía en el Madrid de entonces) le permitieron financiarse el viaje y su estadía en la bella capital francesa.

Menciono el hecho no para criticar a Don Manuel, libre estoy de antagonismos ideológicos que ciegan el juicio racional, sino para comentar como desde principios del siglo pasado ya era habitual y reconocido que los funcionarios tuvieran ciertos privilegios derivados de su importante función.

Considero que es una campaña orquestada contra mi persona, la que estoy sufriendo, porque el monto total de esos gastos ni llega al 0,001% de lo que han ganado banqueros, financieros y altos funcionarios en las infinitas transacciones que en estos últimos años hicieron.

La inmensa deuda que ahora arrastra nuestro país ¿de dónde salió? ¿dónde se gastó? ¿a quién benefició? Y veo con asombro que de ello apenas se habla (sólo algunas apreciaciones generales que valen tanto como un padrenuestro rezado por un anarquista)... y sin embargo las "conciencias" se remueven inquietas contra mí por haber hecho algo perfectamente legal, históricamente habitual e incluso necesario para ejercer mi magistratura con altura y objetividad.

¡Y aún se me pide que renuncie! Sirviendo como chivo emisario para calmar la agresividad de los ciudadanos que ahora se ven obligados a recortar sus magros beneficios y servicios. ¡No hay derecho! No es bueno para una democracia que paguen siempre los de abajo, e incluso los de más abajo entre los que están bien situados. "

domingo, 17 de junio de 2012

Conciencia tranquila

Carlos Dívar, presidente del Consejo Superior del Poder Judicial de las Españas, bajo seria sospecha de haber gastado el dinero público en placeres privados, por fin consiente en dar explicaciones y al fin dimite. Se presenta primero ante los Media como poseedor de una "conciencia absolutamente tranquila". No cree que haya faltado ni a las normas del derecho, ni a las exigencias políticas, ni a las buenas costumbres.

Puede que lo suyo no sea de cárcel -no lo discuto-, pero sí constato que es de ridículo. Pero lo que me sorprende y da que pensar no es que el presidente del Tribunal Supremo se gaste 30.000 € del erario público en lujos y tenga a su disposición cuatro secretarias, un jefe de gabinete, otro de seguridad, hasta siete escoltas por turno, más un saco de consejeros y adláteres. En época de vacas gordas tales dispendios pueden parecer plausibles tratándose de instancias tan "superiores" y "supremas". Lo que no deja de inquietarme es esa presunción de absoluta tranquilidad de conciencia. ¡Tal conciencia satisfecha me asusta y desconcierta!