viernes, 20 de mayo de 2022

MORFICOL

 



Hay zoólogos que dan por desaparecida a esta criatura equívoca, el Morficol. No han leído al último Ortega. El filósofo, harto de extremismos y de guerras, renegado de la política, apartado de su cátedra, enfermo y exiliado en Portugal, afirmó en una conferencia de Lisboa en 1944 que sólo creía ya en lo equívoco, porque lo real es equívoco y las mejores personas también, equívocas y neutrales cuando los fanáticos se pelean. Los fanáticos tienen una identidad definida, los mejores están siempre haciéndose, no paran ni se estancan en figuras petrefactas.

Y hete aquí que Morficol es anfibio equívoco, versátil, polivalente y pacifista, ante el cual no sabes nunca a qué atenerte: ni sabes si está despierto o dormido, porque no tiene párpados y duerme como un centinela veterano, con los ojos abiertos.

Su naturaleza es borrosa, como la de cierta lógica avanzada. Puede soñar durante lustros a la sombra de una roca, enterrado en la arena o bajo el agua, encerrado en su magnífica concha semi-espinosa de brillos malvibroncíneos.

Es molusco muy longevo y descansado. Inteligente como sus parientes los pulpos, pero más reflexivo y ambiguo. Muy difícil conocer su opinión e imposible saber de sus posiciones políticas, aunque parecen ser variadas y dependientes de cada situación. MORFICOL no se casa con nadie. Por supuesto, tiene sexo. Es hermafrodita como los caracoles, pero solo se enamora una vez cada veinticinco años, con pasión que sólo lo encela durante tres días y tres noches. Luego regresa a la serenidad y no sabe cómo estuvo tan perdido o colocado durante esos tres días.

Los antiguos temían a Morficol porque detesta y detecta con su sola presencia a los mentirosos. Por eso se cuenta que en los tribunales de Atlantis no se juraba decir toda la verdad sobre un libro sagrado, sino junto a un Morficol, ya que se le encienden los palpos de la cabeza, uno o más de uno según el tamaño del embuste. Incluso es capaz de sentir y denunciar con sus antenas fosforescentes el silencio cómplice.

En Atlantis, el Morficol era abundante y los mentirosos muy escasos y se guardaban de su presencia equivoca. Entre nosotros, sucede lo contrario. El Morficol parece extinto, aunque hay testimonios de haberlo visto retirado del mundanal ruido, en charcos de alta montaña libres de plásticos e islas volcánicas perdidas en el Pacífico. La ubicación de estos santuarios del Moficol, por motivos de seguridad, se guarda en secreto. A la empresa fabricante de polígrafos le encantaría hacerse con uno o más de esta singular y verísima criatura, copiar su diseño genético o reproducirla en laboratorio.