jueves, 14 de julio de 2022

AMÓFILA Y LA CONFORMIDAD




A AMÓFILA le tocó una vida dura. No era casual que le llamarán "excavadora" porque estaba diseñada para cavar nidos en la arena, donde enterraba a una oruga gorda y pelona una vez paralizada, para poner un huevo sobre ella y sellar luego la gruta. Allí su larva crecería a expensas de la carne fresca del gusano.

AMÓFILA hubiera preferido volar entre gaviotas en el mar, entre águilas en las montañas, o nadar en los mares como un delfín. Y, por fantasear -que es como perseguir fantasmas-, le hubiera encantado ser amarilla como una avispa común, y menos negra.

Al enterarse de que hay hombres que no quieren ser hombres, sino zorros o tiburones, y mujeres que se inyectan tóxicos para parecer más jóvenes, se le ocurrió escribir un Tratado de la Conformidad. Lo hizo bajo el modelo de Alfonso Rodríguez (1538-1616), cuya obra, que fue traducida a todas las lenguas cultas, custodia la biblioteca de la Universidad de Salamanca (sección Espiritualidad).




Actualizando al jesuita, Amófila, nuestra avispa esfécida, asentaba tres principios. Primero: nadie debe empeñarse en querer lo que Naturaleza no quiera. Segundo: nada sucede en el mundo sin la conformidad de Naturaleza. Y tercero: los designios de Naturaleza nunca son malos, pero nos son desconocidos porque -como supo Heráclito- a Natura le gusta esconderse (Deus absconditus, que decía el místico).

Nuestra autora seguía también a Séneca: 
"Fata volentem ducunt, nolentem trahunt", lema que traducía libremente:

"Naturaleza conduce con suavidad a los que se conforman, pero arrastra con dureza a los que no se adaptan".

Su reflexión le ayudó a apreciar su agilidad, su cintura de gimnasio, sus alas tintadas y hasta el tono ambarino de su abdomen, como dones naturales y regalos del Destino. Ganó así autoestima y ya no quiso ser ni gaviota ni avispa corriente ni delfín.

No obstante, los críticos han denunciado cierto fatalismo (de raíz estoica) en el naturalismo metafísico del Tratado de la Conformidad de AMÓFILA.

Como Jesús, Amófila la sabulosa escribió en la arena; ¡pero lo escrito, escrito queda!

Aunque se escriba en la luz.